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Otra vez Nicaragua

5 de enero de 2019

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Si algún país de América Latina y el Caribe fue víctima constante de las agresiones, invasiones, ocupaciones, amenazas y crímenes por parte de los diferentes gobiernos imperialistas de Estados Unidos a lo largo del pasado siglo XX, esa fue la ensangrentada Nicaragua donde Washington instaló al tirano Anastasio Somoza, a quién el mandatario yanqui Franklyn D. Roosevelt calificó justamente como “nuestro hijo de puta”.

Ese pueblo pequeño y sufrido, sin embargo, no se doblegó y la estirpe del General de Hombres Libres, Augusto C. Sandino, se reprodujo en sus hijos legítimos, los héroes y mártires de la Revolución Popular Sandinista que liberaron a la Patria en 1979.

Dolorosa y prolongada ha sido la gesta desde entonces. Para el vengativo imperio, el pueblo nicaragüense no podía tener derecho a la libertad ni a la justicia ni al progreso y debía permanecer como una neocolonia sumisa y saqueada; ese ejemplo no podía extenderse a la vecina Centroamérica, habitualmente dominada y explotada por la Doctrina Monroe.

Apareció así la guerra sucia de la Administración Reagan en la década de los 80 que causó la muerte de miles de jóvenes nicaragüenses y devastó aún más aquella empobrecida nación depredada por la corrupción yanqui-somocista. El llamado “escándalo Irán-Contras”, que conmovió a Estados Unidos y al mundo, fue fruto de aquella criminal guerra sucia desatada por Washington en su obsesión entonces de que la justicia y la soberanía no se extendieran al resto de Centroamérica.

Fue así como tras 16 años de oscura noche neoliberal que solo significaron mayor miseria, desigualdad y desesperanza, el Frente Sandinista logró regresar al gobierno del país y desde esos momentos, mediante una política inteligente, hábil, audaz y firme a la vez logró cumplir las ansiadas metas de unidad, reconciliación nacional, desarrollo económico y social e integración beneficiosa con sus vecinos de Centroamérica.

En medio de un entorno convulsionado, Nicaragua ha llegado a ser uno de los países de mayor crecimiento económico de la región, el más exitoso en la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico, el que muestra un rumbo más consecuente hacia el progreso, con una política independiente y soberana, aportando su valiosa contribución a la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP), respetando y haciéndose respetar.

Esta vez son otros tiempos y otros escenarios pero todo indica que el actual gobierno imperialista de Estados Unidos tampoco está dispuesto a admitir los derechos soberanos de una Nicaragua independiente y digna; pretenden hacerla regresar a los días miserables y sangrientos del somocismo y el neoliberalismo.

No será fácil seguramente volver a los tiempos de la guerra sucia de Reagan, pues Nicaragua no está sola ni maniatada y su pueblo tiene una obra y un porvenir que defender –como nunca antesܺ cuenta con amplia solidaridad y muchos amigos.

Ni siquiera con los servicios del abyecto Luis Almagro –traidor a sus compañeros del Frente Amplio Uruguayo– podrán torcer la voluntad absolutamente mayoritaria del pueblo nicaragüense, que de manera legítima y constitucional ha optado por un camino de trabajo, justicia y paz.

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