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Otra realidad…

17 de julio de 2018

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A propósito del recién finalizado X Congreso de los periodistas cubanos, y del discurso pronunciado por el Presidente Miguel Díaz- Canel Bermúdez, reflexiono sobre algunos aspectos de la “otra realidad”, la de colegas que en Argentina han sido despedidos de su trabajo de forma masiva y a los cuales se les niega todo derecho laboral.

Decía el mandatario cubano en una parte de su discurso:

“Y, por supuesto, no nos asombra que hayan comenzado a lanzar ríos de intriga contra el Partido y el sistema de medios del país los asalariados del pensamiento único mundial en su versión criolla o extranjera. ¿Qué esperaban? ¿Qué sugieren? ¿Acaso que entreguemos, por ejemplo, nuestras agencias de noticias a los brazos del mercado y a sus periodistas a la calle? Pues no. Nuestra Telam no será desangrada. El Fondo Monetario Internacional (FMI) no manda en Cuba.

La cita de Díaz-Canel tiene que ver con el reciente despido de 354 trabajadores de la agencia estatal de noticias de Argentina, exigencia —una de ellas— puesta por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la negociación de un préstamo al gobierno neoliberal de Mauricio Macri.

La Telam, fundada en 1945, con 73 años de vida, tiene presencia en el ámbito nacional e internacional. Según Wikipedia, “provee de información periodística a medios de prensa nacionales e internacionales, así como a oficinas gubernamentales nacionales, provinciales y municipales”.

En Cuba, lo sabemos bien los periodistas presentes en el Congreso de la UPEC y quienes no estuvieron allí, en nuestro sector existen muchas limitaciones económicas y de carácter técnico para ganar en inmediatez o poder abarcar horizontes nacionales e internacionales con mayor cobertura.

Pero sabemos que todo lo que hacemos –y debemos hacer más y mejor periodismo– no tendría como colofón las amenazas de despido, ni por aceptaciones del mercado, la empresa privada o las trasnacionales financieras.

Aquí, como aseguró el propio Presidente Cubano, el Fondo Monetario Internacional no manda.

Considero que el Congreso fue un espacio de gran transparencia, donde los colegas de la prensa expresaron libremente criterios no necesariamente coincidentes con la agenda mediática actual; se formularon críticas a quienes todavía no brindan el acceso total a las fuentes de información; se exigió respuesta para aspectos relacionados con el salario de los periodistas –los más bajos entre todos los profesionales del país–; se llamó a garantizar, de acuerdo con las posibilidades económicas , pero de manera priorizada, un mayor acceso a Internet y una mayor velocidad en las conexiones vinculadas con este sector, entre otras muchas cosas.

Pero, yo diría que más de un 85% de los debates no estuvieron vinculados con reclamos salariales y otros de tipo material –necesarios de una pronta solución–, sino a la formación de los periodistas, su vínculo cada vez mayor con la Academia y con el latir diario de los cubanos, y nuestra participación en la formulación y ejecución de la recién aprobada Política de Comunicación para el Estado y el Gobierno.

De brillantes calificaría las ponencias presentadas sobre el tema y algunas de las más sustanciales intervenciones derivadas del debate. Magnífico el ambiente de optimismo aún a sabiendas de nuestras dificultades. Excelente el acompañamiento del Partido, a todos los niveles, en esta batalla que no es de un Congreso, sino de todos los días, en nuestras redacciones, caminando por calles y aceras donde se aprecia un deterioro de años; como personas afectadas también por el maltrato de algún empleado en una tienda, un mercado agropecuario, una oficina de gestión, por solo citar algunos ejemplos.

Somos periodistas impactados por muchos vicios entronizados en nuestra sociedad, como la corrupción, la pérdida de valores, la indiferencia o la inercia.

Pero, como se aseguró más de una vez en el Congreso de la UPEC, nuestra profesión es ejercida por hombres de bien, con compromisos éticos y revolucionarios, y la certeza de que contamos con la más grande seguridad para el gremio, sin despidos ni cediendo ante quienes quieren comprarnos con dinero y promesas foráneas, que nos convertiría más que en periodistas, en mercenarios de la desinformación.

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