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Otra herida no cerrada

28 de julio de 2014

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Aunque mediáticamente Libia, como noticia, haya sido desplazada por Siria, últimamente Irak y en otra área geográfica por Ucrania, la realidad es que la herida abierta allí por Estados Unidos y la OTAN, sigue sin sanar y hasta de un colapso total se habla por las llamadas autoridades locales.
Los actuales enfrentamientos son considerados los más violentos desde que en el 2011, aviones de guerra norteamericanos y de otros países de la OTAN, masacraran a miles de libios, destruyeran buena parte del país incluyendo lugares del patrimonio mundial, y lincharan al líder Muamar el Gadafi.
La sangre que hoy se derrama en Libia y la total inestabilidad que vive esa nación, constituyen los dos únicos resultados de aquellas acciones emprendidas por Washington.
En la capital se enfrentan grupos armados integrados por combatientes islamistas y exrebeldes de la ciudad de Misrata (a 200 km al este de Trípoli) que tratan de expulsar a las milicias de Zenten.
El gobierno alertó este fin de semana que “el Estado podía hundirse”, y el personal diplomático norteamericano que aun quedaba en la capital libia, puso pie en polvorosa y se dirigieron hacia Túnez.
El Departamento de Estado recomendó asimismo que sus ciudadanos no viajen a Libia y urgió a todos aquellos que estén en el país a salir “de inmediato”, según reportes de AFP.
En la última semana se informó la muerte de 47 personas y heridas otras 120, durante combates entre milicias rivales que tratan de controlar el aeropuerto de Trípoli, cerrado desde el 13 de julio cuando fue atacado por grupos armados.
En las acciones dos aviones fueron quemados tras haber sido alcanzados por cohetes. Una de las naves es un Airbus A330 y el otro un Bombardier CRJ900.
La lucha en una Libia totalmente desestabilizada, sin control central y fragmentada entre grupos de poder, resulta de la pugna histórica entre etnias de las ciudades de Misrata y Zenten.
Los componentes de la tribu tubu viven en Ubari, Sebha y Murzuq, en el sudoeste, y por el Sahara, casi 1000 kilómetros hacia el oasis de Kufra, en dirección este.
El extenso desierto libio, desprovisto de vías de comunicación, es considerado como poseedor de las mayores reservas de agua subterránea de África, además de ser una zona con grandes reservas de petróleo y minerales preciosos.
La zona también ha sido un refugio para el contrabando. Salen armas, gasolina subsidiada y alimentos e ingresan migrantes y drogas, de acuerdo con el reporte de AFP.
Los tubus, junto con milicias árabes y tuaregs, mantienen una presencia, legitimada y pagada en el marco de las brigadas de la Fuerza Escudo de Libia, del Ministerio de Defensa, y por las compañías de seguridad petrolera.
Esas tribus son consideradas como la guardia fronteriza. En tal circunstancia los tubus patrullan libremente la frontera sur, de Níger a Egipto, y los tuaregs controlan el extremo sudoccidental y la frontera con Argelia hacia el norte, hasta la ciudad de Gadamés.
De esta forma, Libia es hoy algo así como “el terreno de nadie”, donde el llamado poder brilla por su ausencia y quienes la convirtieron en ese caos solo están interesados en salvar y tener bajo su control el petróleo, al margen de tribus, clanes y otros grupos que mantienen al país en una eterna guerra.

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