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Okinawa, una vez más

7 de agosto de 2013

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Las actuales protestas contra la presencia militar norteamericana en la isla japonesa de Okinawa, revelan a las claras que no importa el partido o la tendencia en el poder en Tokio,  porque lo que preocupa realmente a las autoridades niponas es seguir siendo el más fuerte aliado de Estados Unidos en el Extremo Oriente.
Un nuevo accidente de un helicóptero militar en una de las bases estadounidenses de Okinawa, alteró visiblemente el sentido común de la población, mayormente renuente a la presencia de 24 000 militares norteamericanos allí, la mitad de los que Estados Unidos tiene dislocados en Japón.
Las protestas coincidieron virtualmente con las demostraciones a favor de la paz y contra la posesión de armas atómicas en todo el archipiélago, en ocasión de los ataques nucleares de Estados Unidos del 6 y 9 de agosto contra Hiroshima y Nagasaki, hace 68 años.
Cierto, es mucho tiempo, pero desde entonces siguen falleciendo las víctimas por la radiación, algo minimizado ahora por la prensa occidental y japonesa, así como la demanda popular de rechazo a las bases estadounidenses en Okinawa, ya que la prefectura de la isla japonesa se inscribe principalmente en la estrategia de “reaposicionamiento” del Pentágono, el cual implica un intento de imponer una “negativa de acceso” al transporte marítimo chino y a la expansión a mar abierto de la armada de China.
Como el gigante asiático lleva a cabo un desarrollo económico exitoso, sostenible frente a los vientos de la crisis mundial que envuelve a casi todo el planeta, Estados Unidos pretende así sentar las bases para un futuro cuello de botella, que se agregaría a otros cruciales que son temas de seguridad nacional para China, en cuanto a su suministro de petróleo.
Por eso son cada vez más amplios, intensos y sofisticados los ejercicios bélicos nipo-norteamericanos, en los momentos en que Beijing trata de limar aristas con Tokio por territorios y aguas que ambos países reclaman.
Toda esta cuestión se relaciona estrechamente con la situación reinante en Corea, donde ahora se dan pasos entre el Norte y el Sur para distender la situación en la península, donde se repite la película de Okinawa, con 38 000soldfadosnorteamericanos. Allí, cerca de la costas norcoreanas, 37 000 militares japoneses participaron en maniobras que, según Tokio, ayudarían a preservar la seguridad en la zona de las islas Ryukyu, que incluyen las Islas Senkaku (Diaoyu, según la denominación china), que Beijing y Tokio se disputan.  Además de los ejercicios en el mar, cinco destructores japoneses entraron en el puerto de la base militar norteamericana de White Beach, en Uruma, por primera vez, según recuerde, con la presencia de un portaaviones estadounidense.
Aunque se había planificado para una de las islas periféricas de Okinawa, en litigio, se evitó hacerlo para no llevar demasiado peligrosamente, por el momento, las relaciones chino-japonesas. Presionadas o no por Estados Unidos, toda esta cuestión se vuelve extremadamente peligrosa, cuando conocemos que Japón no es partidario de la reanudación de las conversaciones hexapartitas de paz sobre Corea (junto a Corea Democrática, Corea del Sur, EE.UU. Rusia y China, la sede), porque amenazan con reducir el valor de la alianza con Estados Unidos y subrayan el papel crucial de China como anfitriona

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