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Ojo con las intervenciones «humanitarias»

19 de julio de 2021

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Fue el 23 de marzo de 1999. El entonces secretario general de la OTAN, el español Javier Solana, quiso mostrarse al mundo como el mejor de los corderos a la hora de responder a las órdenes del entonces mandatario estadounidense, el demócrata Bill Clinton, y asentir con lo que ya estaba decidido: la aviación de guerra de la Alianza recibía el mandato para apretar el gatillo y lanzar misiles y bombas contra la población de Yugoslavia.

La noche antes, Clinton, desde la Casa Blanca, explicó la razón de emprender tal genocidio disfrazado con la cínica versión de dos palabras: intervención humanitaria.

La orden de bombardear a Yugoslavia y el pretexto fabricado para hacerlo, no fue consultada con la ONU y por tanto no fue refrendada por el Consejo de Seguridad, única instancia con potestad para analizar los hechos y decidir las acciones para resolverlos.

Una vez más —y no la última— los mandatarios estadounidenses actúan por encima del derecho internacional y pisotean a la organización mundial creada para garantizar la paz en el planeta.

Cínicamente, el entonces mandatario demócrata compareció ante la prensa en la Casa Blanca para «explicar a sus compatriotas por qué era necesario arriesgar la vida de los militares estadounidenses para resolver el conflicto en Kosovo».

Aseguró que «Kosovo era mucho más que un conflicto humanitario» pues, «la seguridad y prosperidad de Estados Unidos están estrechamente vinculadas con el Viejo Continente, y Kosovo amenaza con «minar la credibilidad de la OTAN, de la cual depende la estabilidad de Europa».

Y como para no dejar dudas a nadie de lo que es un presidente  estadounidense —¿demócrata? en este caso— aseguró que «las fuerzas de la OTAN estaban listas para ejecutar un ataque en cualquier momento por cuanto ya tienen los blancos escogidos».

Una incidental: de visita a Serbia unos pocos meses después de los ataques de la OTAN comprobé con mis propios ojos cuáles eran los «blancos escogidos»: guarderías infantiles, la televisión serbia, la embajada china, donde murieron tres periodistas, un hospital en Belgrado y el Ministerio de Defensa, entre otros muchos.

Los bombardeos duraron 78 días y causaron, según algunas fuentes en Belgrado, la muerte de más de 3 000 civiles.

Estados Unidos y la OTAN reconocieron haber bombardeado «por error» una decena de sitios civiles con un saldo de 236 muertos.

Fueron lanzadas14 000 bombas, una gran mayoría de ellas cubiertas con uranio empobrecido, y fueron más de 25 000 los ataques aéreos sobre ciudades y pueblos, utilizando 852 aviones bombarderos.

Las acciones bélicas contra Yugoslavia tenían el fin de desintegrar  lo que fue una exitosa federación, con indicadores económicos y sociales destacados e integrada a lo que una vez se llamó el «campo socialista europeo» que se fue desmembrando luego del derrumbe de la Unión Soviética.

En su plan contra Yugoslavia, Estados Unidos se propuso y así fue, marginar a Rusia de la influencia en esos países y enviar un mensaje de advertencia a China, por lo cual, luego de bombardearle su embajada en Belgrado y matar a tres periodistas, el gobierno de Estados Unidos quiso callar la condena ante tales hechos, con el ofrecimiento de dinero por los «daños causados» en la sede diplomática de la nación asiática.

Hoy está muy claro que la tal «intervención humanitaria» de Estados Unidos y la OTAN en Yugoslavia, tenía el más cínico de los objetivos: destruir a un país con programas socialistas, fundador del Movimiento No Alineado, aliado de la ex Unión Soviética y de las naciones del Tercer Mundo, e implantar su hegemonismo en la zona, utilizando para ello a una Europa huérfana de sentido de pertenencia y solidaridad y a una OTAN sin competidores luego de la desaparición del Pacto de Varsovia y la caída del campo socialista europeo.

Esa es la «intervención humanitaria» que piden sectores conservadores dentro del gobierno estadounidense contra Cuba, que vuelve a denunciar el  propósito yanqui a raíz de los recientes acontecimientos desestabilizadores auspiciados y financiados desde el imperio, con la diferencia de que nuestro país ha aprendido de todas las acciones de los gobiernos de Estados Unidos en estos más de 60 años, y ha hecho válido su compromiso —ya demostrado más de una vez— de que la libertad, la independencia y la unión  de nuestro pueblo, no son negociables y siempre serán defendidos hasta con las uñas.

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