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Ojeada a la guerra encubierta en México

17 de noviembre de 2014

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Porque es en México es totalmente creíble el “increíble” hecho de la desaparición y muerte -aun no totalmente comprobada- de 43 normalistas mexicanos a manos del narcotráfico, lo que llevaría a una explicación que dejaría muy mal parada a las autoridades de todos los niveles del país de loa aztecas y que pudiera comprender varios tomos.
Pero todo, desde el principio hasta el final, apunta hacia el norte, donde no ha hecho mella la guerra contra el narcotráfico del sur inmediato, en el que han muerto más de 50 000 personas en los últimos años, principalmente en el anterior gobierno de Felipe Calderón.
Así, aumentó la demanda septentrional, avalada hasta por agentes antidrogas y de la propia Agencia Central de Inteligencia (CIA) que hicieron circular gratuitamente grandes cantidades del terrible “crack” en los barrios marginales de negros.
La guerra de antes y esta de ahora que parecía más “tranquila” no ha hecho disminuir la persistente demanda de drogas por los compradores del Norte, especialmente en las localidades que no despenalizan el consumo. Pero el narcotráfico también persiste por los multimillonarios ingresos que genera esa actividad para una vasta red de intermediarios estadounidenses.
Las monumentales ganancias que conlleva el narcotráfico han alumbrado también enriquecidas narco-burguesías locales, que ya imponen sus propias formas de administración territorial. Un sector de origen marginal adiestra su ejército de pandillas y actúa con sostén de amplios segmentos de la burocracia y las fuerzas armadas. Así ha sucedido en innumerables regiones mexicanas, con un buen ejemplo actual en el estado de Guerrero, sin que las autoridades se “apresuren” para nada en los esclarecimientos de crímenes y localización de los culpables.
Lamentablemente, el muy querido por nosotros México es ejemplo de cómo las clases dominantes coexisten con esta variedad de lumpen-burguesías, que recurren al terror contra las protestas populares y utilizan la filantropía para blanquear el dinero sucio. El crecimiento desmedido de este grupo rompe la cohesión del Estado, disgrega la vida social y genera todo tipo de tensiones.
México, subrayo, se ha convertido en el país más afectado por este proceso de descomposición político-social. Está corroído por una dinámica “afgana” de penetración de los carteles en la estructura del Estado. Este avance genera incontrolables guerras entre bandas, apañadas por los funcionarios que se disputan el control del negocio.
Aunque la actual administración dice que quiere evitar la extrema violencia y tratar este problema distinto que la anterior gobernanza, no ha podido impedir que sigan subiendo las cifras de muertos, desaparecidos y detenidos, muchos de los cuales, aunque culpables, son liberados por jueces venales.
Los asesinatos incluyen a personalidades de la cúspide del Estado, pero, a diferencia de los años 70, el grueso de las víctimas no son activistas políticos, sino, como ahora, jóvenes estudiantes, a los que se suman pobladores civiles que han quedado atrapados por el fuego de una guerra mafiosa que, intensificada en la época de Calderón, sigue dejando ver sus fogonazos en esta de Peña Nieto.
Aunque ahora más encubierta, la guerra ha potenciado, además, una escalada de violencia que utilizan los gobiernos estaduales derechistas para hostigar a las comunidades indígenas y perseguir a los trabajadores que resisten los planes de ajuste. Estas ofensivas incluyen fuertes embestidas contra los bastiones del sindicalismo independiente.
Y aunque en estos momentos no hay miles de soldados norteamericanos en la frontera como hace dos años, sigue en el aire la sugerencia de la CIA de que México podría convertirse en un estado fallido y aboga por el ingreso de un mayor número de marines, mientras la agencia antidrogas DEA y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) entrenan fuerzas especiales.
Es decir, pese a desmentidos y aseveraciones oficiales mexicanas, la presencia norteamericana aumenta con un pretexto válido del que tiene gran responsabilidad, porque es el principal culpable del contrabando de armas y la furiosa represión al ingreso de inmigrantes.
Mucho queda por decir en esta guerra encubierta que tiene como principal escenario el territorio mexicano.

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