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Ocultadas, pero no olvidadas

22 de agosto de 2014

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Es posible que el número de civiles afganos muertos por Estados Unido y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte disminuyan a partir de ahora, a medida de la retirada de sus efectivos de ocupación, aunque el presidente Barack Obama ratificó que por lo menos 9 800 militares norteamericanos permanecerán allí hasta finales del 2016, ¡dos años más!, sin contar varios centenares de asesores que se mantendrán entrenando al ejército local.
El país agredido e invadido desde el 2001, poco después de la terrorista ley contra el terror esgrimida a raíz de los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono -de autoría aun dudosa-, tendrá tropas ocupantes en bases ubicadas cerca de las principales ciudades, mientras el resto de la atribulada nación quizás podrá encontrar a sus muertos y lograr enterrarlos en lugares devastados, aunque no en los de comprobado estado de contaminación.
Si en Iraq la muerte de civiles a causa de la agresión imperialista sobrepasa el millón, la proporción es mayor en una nación menos habitada como Afganistán, sin contar que varios millones de personas emigraron y es difícil que puedan regresar a sus hogares en un futuro próximo.
A pesar del número de bajas fatales causadas por esta guerra contra el pueblo afgano, bajo la sempiterna excusa de acabar con el terrorismo, muy pocos casos de muertes ocasionadas por los soldados de ocupación han sido ventilados en tribunales y, por ejemplo, la organización Amnistía Internacional –nada sospechosa de antinorteamericanismo- se quejó porque Estados Unidos ni ha admitido sus errores contra los civiles, ni ofrecido compensación a sus familiares.
Es verdad que el  gobierno de Hamid Karzai se quejó varias  veces por el enorme número de “bajas colaterales”, pero a él y a quienes le sucedan solo les interesa los 5 000 millones de dólares al año para mantener la seguridad, tras el retiro de las tropas de la OTAN.
Nada se menciona de la compensación por los daños humanos y materiales, a pesar de los innumerables testigos, debido a que reina la incultura de la impunidad sobre los cuerpos sin vida de miles de afganos, incluyendo niños y mujeres embarazadas.
También ha caído en oídos sordos las peticiones de organizaciones de derechos humanos de que se pongan en marcha investigaciones para reconocer los resultados de los ataques militares a las poblaciones.
La propia Amnistía Internacional, en un informe de 82 páginas, y ante la irrefutable verdad sobre el sucio papel de Washington, dice que “las tropas de Estados Unidos han matado o herido a miles de afganos desde la invasión, pero las víctimas o sus familias tienen muy pocas posibilidades de ser compensadas”.
El informe presentado en Kabul analiza diez casos en profundidad en los que murieron 140 civiles -50 de ellos niños- en operaciones de las tropas estadounidenses que forman parte de la misión de la OTAN en Afganistán (ISAF), y en “ninguno” de ellos se inició un proceso judicial contra los atacantes.
El máximo responsable de la ISAF, el general estadounidense Joseph Dunford, aseguró a la agencia noticiosa española EFE que las fuerzas internacionales toman “muy en serio toda denuncia de mala conducta”, y rechazó las acusaciones de indiferencia hacia las víctimas. Pero basta un ejemplo para desmentir lo anterior:
En septiembre del 2012, en la provincia oriental de Laghman, un grupo de mujeres recogía leña en una zona montañosa, cuando un avión estadounidense lanzó dos proyectiles contra ellas, matando a siete e hiriendo a otras tantas, cuatro de ellas de gravedad.
Aunque las tropas agresoras clamaron que solo habían matado a talibanes, los familiares de las víctimas, indignados, trasladaron sus cadáveres a la capital del distrito, Mihtarlam, para revelar la verdad. Pero no tenían poder alguno para hacer algo, lo que demuestra la inmunidad que posee la OTAN en Afganistán.
Investigaciones criminales formales sobre la muerte de civiles en Afganistán son extremadamente raras y solo hay seis casos en que soldados estadounidenses se han enfrentado a juicios.
La Organización de Naciones Unidas en el país asiático  ha documentado detalladamente la muerte de civiles en Afganistán durante los últimos años, en los que asegura que las fuerzas internacionales han matado al menos 1 800 civiles desde el 2009.
Pero esto es mucho menor que lo real, porque  cualquier lector acucioso, sobre todo el que tiene a su alcance internet, podrá leer la cifra diaria de civiles muertos por los ataques aéreos norteamericanos, en su mayoría niños, de tal manera que en el 2013 su número fue el triple del 2012, en que fue el doble del 2011 y en ese mucho más que en el 2010.
En general se habla de centenares, miles de muertes de civiles cada 12 meses, mayormente de mujeres y niños, ya que la población masculina adulta, generalmente, o se encuentra laborando en forma nómada o se halla empuñando las armas, sean talibanes o de otras facciones, contra la maquinaria bélica montada por Estados Unidos con la mayoría de sus aliados de la OTAN.
El hecho es tan grave y difícil de ocultar que hasta la prensa israelí se quejó del tratamiento que recibe el ejército sionista cuando agrede a Gaza. En este sentido, apuntó que los diarios califican la acción de Tel Aviv —sin dudas vandálica y abusiva— de “crímenes de guerra” y “uso desproporcionado de la fuerza”, pero que no emplean esos términos cuando las fuerzas de la OTAN en Afganistán lo hacen en mayor medida.
Finalmente, es posible que, como señalamos al inicio, la cifra de muertes baje en este 2014, por la retirada de los ocupantes de varios lugares, pero esas que trata de ocultar, no podrán ser olvidadas.

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