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Nunca la verdad

11 de enero de 2021

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Israel ha estado intensificando el genocidio de los palestinos en la Franja de Gaza, violando el cese al fuego que había pactado con Hamas, pretextando falsamente que ésta entidad, que tiene la simpatía de la población del sitiado lugar, lanza intermitentemente cohetes caseros contra territorio israelí.

Por supuesto, la prensa controlada por los imperialistas se hace eco nada más de los voceros del sionismo, mientras generan noticias tales como que Al Fatah, una mayoritaria organización palestina, está en contubernio con Tel Aviv para eliminar a Hamas, que, cierto o falso, propicia la división entre los palestinos, cuestión bien alimentada por Israel.

O sea, al mundo erigido por Israel para encerrar a Gaza, se agrega el de separación étnica y desinformación.

En el momento en el que Israel, sostenido por los gobiernos occidentales, aplica un plan para anexarse oficialmente a los territorios ocupados, además del Golán sirio, -menos por el momento a Gaza, para bombardearlo libremente- los palestinos, encerrados en guetos, no han estado jamás tan oprimidos.

El Estado de Israel fue fundado, en 1948, sobre un crimen que las víctimas palestinas llamaron “Nakba” (Catástrofe), que se tradujo por la expulsión brutal de cerca del 90% de los nativos palestinos de sus casas.

Mientras que la situación de los palestinos se sigue agravando peligrosamente, a causa del estrangulamiento mantenido por el ocupante israelí, ningún gobierno occidental y sus sumisos periodistas han tenido la decencia de decir la verdad sobre el apartheid realizado por Israel.

Cuando se descubre el grado de confusión en el cual la desinformación sumerge a la gente de los pases occidentales sobre la guerra que libra Israel contra el pueblo palestino, se debe exigir una equidistancia con relación a las partes en conflicto, relatando los hechos con toda objetividad, recordando esta cosa simple: los palestinos son víctimas de una injusticia inmensa que pide reparación por la llegada masiva sobre sus tierras de inmigrantes de confesión judía que, gradualmente, les echaron, persiguieron y masacraron impunemente.

No se trata de rehacer la historia, ni de ser proisraelí o propalestino. Simplemente se trata de saber reconocer la verdad de los hechos y de asumirlo humanamente para hacer justicia a las víctimas palestinas de la opresión de Israel, como se hizo justicia con las víctimas de los crímenes nazis (de lo que los palestinos no son para nada responsables).

Israel, gracias a sus servicios de propaganda y de informaciones, que se infiltran, manipulan, corrompen, tejen redes secretas, supo asentar su poder con una eficacia temible. Transmitir todo lo que este aliado de los Estados Unidos decreta y difunde es de buen tono en las redacciones. En cambio, denunciar lo que le incrimina gravemente no es conveniente

Es a fuerza de engaños y de servilismo que ciertos periodistas obtienen sus galones y construyen su carrera. Entonces, cuando los medios de comunicación entregan una información falsificada o expurgada, tiene consecuencias graves para los pueblos concernidos. Privan a la sociedad de un conocimiento precioso para la comprensión de los hechos y la posibilidad de actuar, de socorrer a las víctimas, cuando todavía se está a tiempo. Los palestinos sufrieron ya demasiado; no pueden esperar.

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