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Nuestra América: fracasos sucesivos del imperio

2 de agosto de 2021

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Cierra el mes de julio del presente año y numerosos fracasos en sucesión ha cosechado el actual gobierno imperialista de Estados Unidos en sus declarados planes de agresión y dominio sobre la región latinoamericana y Caribeña, a la que consideró siempre pretenciosamente como su “patio trasero”, apoyado en la autoproclamada Doctrina Monroe con la que pretendió legitimar tan arrogantes y absurdos delirios que hoy se contradicen de plano con la vigente Carta de las Naciones Unidas, que el gobierno de ese país imperial suscribió en 1947 y dice engañosamente respetar.

Para llevar a cabo esa política de dominación los teóricos del imperialismo inventaron desde el siglo XIX y principios del XX los falaces conceptos del panamericanismo –que desde entonces fueron denunciados y desenmascarados por Simón Bolívar y José Martí– y crearon desde Washington las herramientas supuestamente jurídicas que debían acompañarlo. Primero fue la llamada Unión Panamericana, que una vez agotada fue transformada en 1948 en su Ministerio de Colonias, la actualmente desprestigiada y agonizante Organización de Estados Americanos (OEA), que vive sus momentos de mayor deterioro con un sujeto como Luis Almagro a la cabeza, cómplice del imperio en todos los terrenos y fabricante de conjuras y golpes de estado.

Es precisamente en ese escenario donde el actual gobierno imperialista de Estados Unidos –inepto y ciego por sus intereses partidistas y electoreros en el Estado de la Florida– recibe los mayores golpes de dignidad y soberanía por parte de un buen número de repúblicas latinoamericanas y caribeñas que se niegan a servirle de lacayos e intermediarios.

El rotundo y escandaloso fracaso de la burda maniobra anticubana con que buscaban acompañar en el Consejo de la OEA a los intentos de “golpe blando” comunicacional y a la vez terrorista contra la Revolución Cubana, mostró claramente que los tiempos en que el imperialismo yanqui y sus acólitos de las oligarquías locales campeaban libremente en Nuestra América están terminando; que esta región ha dicho ¡basta! Y ha echado a andar, no caben dudas.

Seguirá siendo una lucha múltiple, dura y difícil en ocasiones pues estamos ante un enemigo desesperado que se aferra a las posiciones de dominio que consideraba otrora infranqueables y permanentes.

Los actuales gobiernos de países como México y Argentina –ambos con larga y activa presencia histórica en la diplomacia latinoamericana– ya claman abiertamente por el fin de la OEA y su sustitución por una entidad limpia de suciedades golpistas y de sumisión. Nicaragua y Bolivia, por ejemplo, defienden posiciones semejantes desde su seno. La Comunidad del Caribe (CARICOM) se aleja cada vez más y busca sus propias soluciones; Cuba y Venezuela hace tiempo la echaron el basurero de la historia.

Por otra parte, crece y se hace evidente cada día más la importancia y el prestigio de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como foro de unión en la diversidad, integración y cooperación, hoy presidida por México con indudable acierto. Existen también en la región la Asociación de Estados del Caribe y el Sistema de Integración Centroamericana y debe mencionarse sin falta a la Alianza Bolivariana (ALBA-TCP), que representa un paso superior y más elevado de integración y solidaridad entre sus miembros.

El principio del fin de la OEA ha comenzado: será seguramente uno de los más sonados fracasos sucesivos del imperio, en una región que ha dejado de ser definitivamente su exclusivo “patio trasero”.

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