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Nuestra América como zona de paz

18 de enero de 2024

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A punto estamos de conmemorar un histórico y trascendente décimo aniversario de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, que fuese suscrita en La Habana, Cuba, el 29 de enero de 2014 por los 34 jefes de Estado o Gobiernos presentes, a nombre de sus respectivos países. Se consagraba, de este modo, la vigencia plena de un documento sin precedentes en el largo y azaroso devenir de las naciones latinoamericanas y caribeñas -casi todas ex colonias europeas- hace más de dos siglos amenazadas, intervenidas y agredidas por el imperialismo de Estados Unidos en su afán de convertirlas en “patio trasero” sojuzgado y saqueado, utilizándolas como plataforma de apoyo incondicional en sus afanes de dominio mundial.

Bajo un ridículo y supuesto “mandato divino”, los Estados Unidos de América esgrimieron desde su nacimiento la llamada Doctrina Monroe, como pretexto y justificación imperiales que le permitirían apoderarse en múltiples formas de las tierras abandonadas a las buenas o a la malas por la decadente Europa, dando inicio así a la cruenta, larga y heroica lucha que nuestros pueblos libran por su segunda independencia, la plena soberanía y la justicia social, inclusiva para los pueblos originarios aún pendientes de todos los derechos hasta esta fecha.

De ahí la enorme importancia y la trascendencia del documento suscrito en la capital cubana hace diez años y que significó y significa hoy ir más allá de limitaciones, reticencias o viejos agravios y unir a la región en un solo haz plural y diverso, enlazado por la fuerte relación aparentemente invisible pero real y fecunda que ha identificado a nuestras tierras como una comunidad señera respecto al resto del planeta convulso.

Pocas regiones del mundo pueden exhibir en estos días el carácter ejemplar de un documento como la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz y ello explica que el gobierno imperialista de Estados Unidos haga todo lo posible en sus manos ambiciosas e inescrupulosas por socavarla, dividirla y desmenbrarla, utilizando todos los recursos a su alcance, que no excluyen campañas políticas y mediáticas, presiones y amenazas, uso de títeres y otros asociados, junto a temerosos y asustadizos.

Pero la Proclama de la independencia y la soberanía, la dignidad y el decoro nacionales y la unidad en la diversidad, sigue en pie y no se deja excluir ni vencer, sostenida de forma cada vez más lúcida, valerosa e inteligente por pueblos, gobiernos y líderes, por movimientos populares y sociales del más diverso signo que firman acuerdos e integran alianzas de distintos tipos, encaminadas sin excepción a la conjunción práctica y la defensa común.

Atrás quedaron los tiempos en que la desprestigiada, anacrónica e inútil OEA, -hoy hundida definitivamente en el fango del descrédito y el servilismo más bochornoso,- podía ser utilizada impunemente para introducir el “divide y vencerás” ominoso entre Nuestra América.

En sus 12 párrafos introductorios y 10 declarativos, la Proclama recoge con fidelidad el espíritu y la intención de Simón Bolívar, José Martí y los numerosos próceres y pensadores latinoamericanos y caribeños, convertida ya en brújula inderrotable que orienta e indica para nuestra región un nuevo camino de unión y cooperación, de integración y justicia, de progreso y paz, con independencia y soberanía.

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