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No tan hermanos

5 de julio de 2013

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Mohamed Mursi y sus Hermanos Musulmanes hicieron válidos todos los pretextos para que el mayor ejército de África los sacara del poder y tratar de evitar un gran estallido social encabezado por millones de manifestantes que en El Cairo y otras ciudades de Egipto pedían la dimisión del hoy ex mandatario y la salida de la organización que ha penetrado y controlado la mayor parte de las instituciones…
Que las cosas han andado mal en el ano de gobierno de Mursi es indiscutible, con una mayor penuria económica, desempleo, exacerbación de las diferencias religiosas a favor de una parte, no toda, de los musulmanes, que son mayoría y dieron la victoria a Mursi en el 2012. Los errores de la política oficial unieron a disímiles fuerzas, entre ellas una izquierda progresista, otros elementos laicos, católicos y musulmanes chiítas, y partidarios del anterior gobierno, el de Mubarak, entre otros.  Masivas demostraciones en contra y a favor de Mursi, decenas de muertos de ambas partes, principalmente de católicos atacados por los Hermanos, cuya sede fue asaltada, caracterizaron estas jornadas.
De todas maneras quedaron atrás, en el olvido, las primeras andanzas de Mursi, caracterizadas por un mayor apoyo al pueblo palestino, la oposición a Israel y el cuestionamiento a la injerencia del gobierno estadounidense en sus asuntos internos.
En muy poco tiempo los Hermanos Musulmanes enseñaron sus orejas fundamentalistas para tratar de imponerse a ultranza, cuando el gabinete fue tomado en pleno y se aliaron a la ofensiva imperialista contra Siria, una nación árabe con la que Egipto rompió relaciones y propició el envío de armas a la oposición armada –mercenarios y terroristas-, que incluye numerosos integrantes de la cuestionada hermandad.
INMOVILISMO
Lo cierto es que el pueblo egipcio acumuló una gran frustración con la falta de resultados en la gestión del gobierno de Mursi, electo apretadamente en las urnas el 25 de junio de 2012, con un 51% de los votos en la segunda vuelta y un 23% en la primera. Le ganó entonces la partida al ex militar Ahmed Shafiq, el último primer ministro del dictador Mubarak.
Así, llevó a la cima a los Hermanos Musulmanes de la mano del Partido Libertad y Justicia. Muchos de los que participaron en la denominada Primavera Árabe –que el imperialismo logró manejar tras bambalinas- apostaron por él.
Se pedía pan, libertad y justicia social, pero esto se perdió, al no mejorar las condiciones de vida de la población, donde, actualmente, los precios suben, el combustible escasea, hay cortes constantes de electricidad, desabastecimiento, etcétera, lo que hizo que el gobierno tratara de granjearse nuevamente la confianza del Fondo Monetario, al que le pidió 4 800 millones de dólares.
La disímil oposición egipcia acusó a Mursi y a los Hermanos Musulmanes de ser un grupo “cerrado”, no inclusivo, de no haber entendido que la victoria ajustada en los comicios les tenía que haber llevado hacia una actitud más conciliadora, pero, como señalamos anteriormente, lo que hicieron fue monopolizar las instituciones.    Incluso musulmanes practicantes expresaron su desacuerdo con lo que calificaron de errores, como el decreto que fortaleció sus poderes y que tuvo que retirar, y una nueva y muy discutida Constitución, aprobada en un referéndum y que ya fue anulada por el Ejército..  Muchas de las decisiones de Morsi y de su estructura de Gobierno también se vinieron abajo antes del golpe militar El Tribunal Constitucional declaró recientemente contraria a la Constitución la composición de la Asamblea Constituyente que redactó la Carta Magna, y el Tribunal de Casación ha obligado a restituir al Fiscal General que Mursi destituyó en noviembre pasado.
Lo cierto es que, a pesar de que Mursi y su gabinete fueron puestos bajo arresto domiciliario la situación se mantiene grave en este país de 84 millones de habitantes, donde los jefes militares, con intereses de todo tipo, prometieron que no se mantendrían en el poder –por lo menos visiblemente- y las demandadas elecciones anticipadas.

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