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No solo en el conflicto ucraniano

12 de septiembre de 2014

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El pretexto del conflicto ucraniano es, sin dejar de ser importante, uno más de los elaborados por Estados Unidos para fortalecer a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y enfrentarla  a Rusia por su justificada posición respecto al conflicto en Ucrania, con el posesionamiento de tropas cerca de su frontera y la conversión de Kiev en un remedo de lo que hoy es la Varsovia polaca al servicio de los planes guerreristas del Pentágono.
Cierto, parecía que la situación tendería hacia la normalidad, luego de las conversaciones entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo ucraniano, Petro Porochencko, pero ahí estaban los dirigentes otanianos para echar por la borda cualquier esperanza al efecto, con la imposición de más sanciones económicas y ordenar nuevas maniobras bélicas de la OTAN con tropas ucranianas.
El asunto es más profundo, porque EE.UU. conduce a la alianza a la acción contra lo que considera el principal enemigo en el campo bélico, al que acusa sin pruebas de atacar a Ucrania y amenazar la estabilidad política de la región, afirmaciones que Moscú niega, mientras aboga por el logro de la paz entre las milicias federalistas ucranianas y el gobierno, el cual lanzó contra ellas una ofensiva que incluye bombardeos de la aviación y artillería pesada contra la población civil.
La tregua lograda recientemente al respecto ha sido rota por elementos mercenarios y neonazis norteamericanos incluidos en las tropas regulares, al tiempo que el representante del movimiento popular en Odessa, Yegor Kvasniuk, afirmó que el régimen ucraniano es el principal contratista y responsable por la participación de esos delincuentes en la guerra que libra contra su propio pueblo.
Comentó el activista popular que no cabe asombrarse por los comunicados oficiales de Washington en relación con Ucrania, mientras se desvelaron datos de que los servicios secretos norteamericanos informaron a la inteligencia alemana sobre la presencia de 400 soldados elite de la compañía privada estadounidense Academy (ex Blackwater) en la operación de castigo en el sureste del país.
Es decir, toda una contribución mercenaria a mantener la guerra y castigar a civiles pacíficos, que solo han reclamado que sus voces sean escuchadas, lo cual le ha sido negado de manera sistemática.
Las tragedias en Odessa y más recientemente en Mariúpol, región de Donetsk, radicalizó la posición de la mayoría de los moradores del sureste ucraniano, donde decenas de miles de personas, en su mayoría mujeres y niños, han tenido que abandonar sus hogares.
También, el jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerasimov, denunció  que mercenarios extranjeros combaten en el este de Ucrania junto a las tropas gubernamentales, y estimó que Rusia actuará frente al refuerzo de las tropas de la OTAN en las fronteras rusas. “En estas condiciones, no podemos continuar indiferentes a lo que sucede. Tenemos que responder”, señaló.
Por supuesto, para el Occidente neoliberal todo lo que sea contra Rusia es bueno.
Ya en su libro “Choque de las civilizaciones”, el politólogo estadounidense  Samuel P. Huntington expuso que EE.UU. continuaría enfrentado a Rusia, luego de la disolución de la Unión Soviética, en razón de una pugna intercultural por el poder.
Cuando Estados Unidos agredió y desintegró Yugoslavia, y combatió a los serbios en Kosovo, propiciando posteriormente la secesión, lo hizo porque reconocía que Serbia comparte con Rusia el origen eslavo, la religión ortodoxa y una larga historia de alianzas (muchos llaman a Serbia “la Rusia de los Balcanes”).
Así, logró desplazar la influencia rusa de los Balcanes, hasta el punto en que la OTAN es ahora una amenaza occidental en las puertas de Moscú, considerando que EE.UU. y la Unión Europea están patrocinando la occidentalización de Ucrania.
Y es que Estados Unidos adopta en todo momento una prepotencia imperialista que le lleva a manipular e irrespetar el derecho internacional en la persecución de sus intereses, y una incesante guerra cultural, política, mediática, económica y militar-estratégica contra Rusia. Es en todo, y no solo en el conflicto ucraniano.

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