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No reincidir en errores

8 de abril de 2019

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Todavía este domingo no se había aceptado oficialmente la renuncia de Abdelaziz Bouteflika a la Presidencia de Argelia, luego de 20 años de gobierno y haber sido electo en cuatro ocasiones, pero la cuestión es realmente un hecho y se espera la fecha de los comicios para sucederle.

Bouteflika renunció a presentarse por quinta vez, debido a su edad avanzada y graves dolencias físicas, a pesar de que la organización que le acompaña, el histórico Frente de Liberación Nacional, lo había considerado su candidato no obstante sus limitaciones, que le han impedido emprender necesarias reformas para aliviar la cada vez más crítica situación económica y social del país.

Las nutridas manifestaciones en su contra fueron producto precisamente de esas limitaciones del mandatario y problemas de otros entes de la gobernanza, asociados incluso a la corrupción.

La caída de los precios del petróleo incidió en el descontento de amplias capas del pueblo golpeadas por recientes despidos y un nivel de vida cada vez más bajo, en el que los impuestos son elevados para los que menos tienen y apenas molestan a los pudientes.

Inteligentemente, Bouteflika ha sabido durante años solucionar crisis de todo tipo, y utilizado el arma de la unidad para solucionar cuestiones complejas con entidades que han llegado a practicar el terrorismo.

Su gobierno mantuvo un sistema de bienestar que subvenciona un amplio abanico de productos que van desde los alimentos, el combustible, la electricidad, el gas natural y el agua, hasta la vivienda, el transporte, la educación y los tipos de interés, pero la crisis económica limitó estas ventajas e incidió en el descontento y las tensiones sociales, palpables a lo largo y ancho del país.

Las manifestaciones se han ido extendiendo a nuevas poblaciones hasta alcanzar las zonas meridionales del país, por lo general consideradas más tranquilas. La mayoría de estas protestas no son de carácter político, sino social, por ejemplo para denunciar el elevado coste de la vida y los alimentos, a pesar, repito, de las subvenciones.

También se exige un suministro asequible de agua, gas y electricidad, además de solicitar más viviendas sociales y una mejora de las condiciones laborales (mejores salarios, más seguridad y más días de descanso) y educativas.

La movilización colectiva adoptó distintas formas que van desde las marchas públicas pacíficas, hasta las sentadas y el bloqueo de carreteras, la ocupación de plazas públicas, el bloqueo de accesos y los ataques contra administraciones públicas, comisarías y empresas privadas, e incluso se han llegado a iniciar huelgas de hambre.

Intereses imperialistas norteamericanos y franceses con participación en las inversiones, pero no con tantos beneficios como desean, han sido señalados de aprovechar el descontento, con el fin de crear un clima que permita la intervención de elementos foráneos -léase mercenarios-, a fin de reeditar lo que pasó en la vecina Libia, hoy acéfala de gobierno, dividida, destruida y saqueada por el Imperio.

Ante este peligro, las fuerzas armadas están alertas, pero no han intervenido contra la población y la policial se ha constreñido hasta ahora a evitar desmanes.

Lo cierto es que hay necesidad de un nuevo mandatario reconocido por las masas, que no reincida en errores y sea capaz de realizar las reformas necesarias para diversificar la economía y regresar a Argelia al camino de la prosperidad, necesaria para una nación en la que el renunciante presidente hizo jugar un digno papel en el Movimiento de los Países No Alineados y el Grupo de los 77 más China

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