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No quitar la vista a Argentina

18 de enero de 2016

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La experiencia neoliberal y de capitalismo salvaje que se está llevando a cabo desde hace un mes por el recién estrenado gobierno argentino debe movernos al examen y el escrutinio más agudo y a la vez objetivo, sin renunciar a la memoria histórica, para poder tener una idea completa de los propósitos del actual régimen del país austral.

El retroceso económico y social de Argentina tiene lugar a una velocidad record, -que haría morir de envidia al mismísimo Menem o al vecino Pinochet –y se concreta ya en medio de apresuradas medidas de diverso carácter, algunas adoptadas directamente al margen de la ley y en conflicto con jueces, normativas legales y la propia Constitución.

A estas alturas, son más de cincuenta los llamados “decretos de necesidad y urgencia” emitidos por la presidencia sin acudir al Congreso, bajo el pretexto de que este se encuentra en receso de verano, y afectan directamente al área económica, de empleo, de medios de comunicación y de derechos humanos.

Todas tienen como común denominador reencauzar al país por el más salvaje rumbo neoliberal y echar abajo en el menor tiempo posible los notables avances de transformación económico-social emprendidos por los anteriores gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que rescataron la nación argentina de los momentos más difíciles, donde precisamente el neoliberalismo la había sumergido.

Al arrojarse en brazos de las transnacionales y la oligarquía local –añadidos los principales medios de comunicación como el Grupo Clarín, que los llevaron por estrecho margen a gobernar– las actuales autoridades federales argentinas suponen tener un cheque en blanco que les permitirá retrotraer nuevamente al país a épocas pasadas, que algunos creían suficientemente rebasadas en el tiempo y en los métodos.

El régimen recién instalado apunta hacia una peligrosa combinación entre el neoliberalismo económico y social de Ménem y las violaciones extremas de los derechos humanos y la libertad de expresión, que fueron características de la dictadura militar.

La fusión de esos dos terribles elementos parece presagiar una perspectiva nada halagüeña para el país, si finalmente no prevalecen el buen juicio, la racionalidad y el respeto a los beneficios adquiridos por el pueblo en años anteriores, independientemente de quienes los propiciaron.

Los movimientos sociales, sindicales y de derechos humanos, tan activos e influyentes en la sociedad argentina, han comenzado a movilizarse y diariamente marchan y se pronuncian en las calles donde ya emergen signos de violentas represiones y detenciones arbitrarias.
Decimos por eso que hay que mantener la vista sobre Argentina, donde el régimen recién instalado puede estar incubando imprevisibles acontecimientos.

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