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No imposible, difícil

10 de octubre de 2018

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Muy poco tiempo tienen de margen las fuerzas progresistas brasileñas para remontar la amplia ventaja que el escogido por el fascismo local y Estados Unidos, Jair Messias Bolsonaro, le sacó  al socialista Fernando Haddad en la primera vuelta de las elecciones generales del pasado domingo, cuyo epílogo tendrá lugar el venidero 28, al no lograr ninguno el 50% más uno de lo estipulado para haberse proclamado presidente.

No obstante, la ventaja del fascista era considerable, de casi 18 puntos, contando en su aval una bien orquestada propaganda de los principales medios de comunicación y las redes sociales, difusoras estás últimas de las más increíbles patrañas contra el Partido de los Trabajadores, su líder Lula -injustamente encarcelado- y Haddad, culto y honesto.

Mientras Bolsonaro, un ex militar, recibe el apoyo de la cúpula castrense, que siempre ha dicho que no permitirá que el PT regrese al poder, Haddad tendrá el concurso de Ciro Gomes, uno de los candidatos presidenciales, quien quedó en tercer lugar, y otros de izquierda, pero la mayoría de esos aspirantes ya se habían decantado por la extrema derecha en caso de una segunda ronda.

El odio contra el PT llegó a alcanzar a elementos de la extrema izquierda, quienes incluso se alegraron  del encarcelamiento del líder petista, cuyos gobiernos sacaron a 30 millones de brasileños de la pobreza, además de obtener conquistas sociales.

Sin dudas, la propaganda dirigida desde afuera logró alimentar el miedo de los brasileños a un gobierno que le decían que sería igual al de Venezuela, en tanto proliferaron los infundios que sí calaron en la población, sin que el Tribunal Superior Electoral sólo les salió al paso en el último momento, teniendo potestad para hacerlo desde el principio.

Toda una trama bien urdida que cogió sorprendida a las fuerzas progresistas, como ha estado pasando en otros países de la región, donde los gobiernos que disgustan a Washington caen uno tras otro.

 

Débil formación ideológica

Porque a pesar de la actitud de Bolsonaro contra las mujeres, los negros y todo lo que le oliera homosexual, se sabe que logró quebrar la resistencia entre los más pobres, los jóvenes y las mujeres, y consiguió penetrar en bastiones tradicionalmente lulistas. Por supuesto, su mayor fortaleza está entre los más ricos, blancos y –por más absurdo que parezca– con mayor nivel educativo: 54% entre quienes reciben más de 10 salarios mínimos y 47% entre los graduados universitarios. En las simulaciones de balotaje hasta ese momento, se registraba un aparente empate técnico, por lo cual quienes apoyaban a Haddad quedaron con la guardia baja.

Hasta fines de septiembre, Haddad venía creciendo fuerte en las encuestas, heredando los votos de Lula, mientras que Bolsonaro parecía haber alcanzado su techo. Pero, en la última semana, la situación se invirtió. Varios factores pueden ayudar a entender el fenómeno, aunque ninguno de ellos alcanza por sí solo para explicarlo.

En primer lugar, Bolsonaro pasó a recibir apoyo de grupos poderosos que le dieron estructura a su candidatura. Los partidos del mal llamado “centro”, que reúne a partidos corruptos y fisiológicos de derecha y centroderecha que siempre se arreglan con quien llega al poder, a pesar de que, al menos formalmente, forman parte de la coalición de Geraldo Alckmin, comenzaron a migrar informalmente para la campaña del ex capitán del ejército.

Bolsonaro también recibió el apoyo de la poderosa “bancada ruralista” y de la Iglesia Universal del Reino de Dios. El respaldo de las iglesias evangélicas le permitió disputar votos entre los más pobres, inclusive electores de Lula. Y una parte importante del establishment económico y financiero, los llamados “mercados”, parece haber llegado a la conclusión de que, para evitar que el PT vuelva al gobierno (aun cuando su candidato es un economista serio, honesto y con ideas moderadas), vale todo, inclusive apoyar a una especie de neonazi bruto, violento, corrupto e ignorante.

Esto es sólo una parte del difícil problema que tendrá que superar la izquierda para evitar que los hijos del fascismo lleguen a controlar Brasil, explotando sentimientos de todo  tipo y aprovechando el caos que Temer ha entronizado en el país, con una corrupción e inflación que galopan al unísono.

Faltan muchas cosas por decir sobre toda la falsedad levantada contra el PT y su candidato Fernando Haddad, quien subrayó que luchará hasta el fin, sin temerle a las balandronadas del fascista y de quienes lo apoyan, un poderoso grupo capaz de recurrir al crimen y al golpe de Estado para lograr sus propósitos, porque siempre recibirán la bendición del amo imperialista norteamericano.

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