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No hubo fraude… y ahora qué

2 de marzo de 2020

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La intromisión de la OEA en el golpe de estado de Bolivia para «sacar del poder a Evo Morales», es uno de los más bochornosos ejemplos de cómo actúan, desde dentro o desde fuera, quienes tienen como objetivo único el desmontaje de los gobiernos progresistas de la región.

El que el archiconocido bufón de los gobiernos de Estados Unidos, Luis Almagro, se prestara a cumplir con el guión dictado desde el departamento de estado, no tendría nada de novedoso si no fuese por lo cínico que fue cuando unos meses antes, de visita a la propia Bolivia, había declarado su «beneplácito» con el líder indígena.

Pero, repito algo de lo que escribí cuando se produjo el golpe contra Evo. La «ingenuidad» en política, puede conducir a lo peor. Creer en la OEA y en la supuesta «buena voluntad» de Almagro es algo así como suicidarse políticamente. Almagro, como camaleón al fin, cambia de opinión con la misma facilidad que cambiaría de camisa.

Pero ya el golpe militar se dio. Evo y su partido, el MAS, han sufrido la más virulenta persecución. Los muertos —indígenas por supuesto— no podrán ser revividos; y la economía del país, junto a su logrado programa social, transita por un camino que solo la conduce al abismo.

El haber asegurado que hubo fraude en los comicios donde Evo fue declarado vencedor por el voto popular, era una mentira demasiado fuerte y tanto Washington como la OEA fueron «matizando» su versión inicial y, ante la impostergable obligación que habían anunciado las autoridades de facto, se hizo necesario convocar a elecciones.

Un matiz del guión que comenzaba a enmendarse en relación con lo dictado inicialmente, era el de proscribir a Evo y al MAS, de manera que no pudieran acudir a los comicios.

La tarea, por supuesto, tendría el obstáculo mayor en la población indígena boliviana, pero también en la obra levantada por Evo y su partido.

Así las cosas, comenzaron a circular mensajes mediáticos desde la propia Bolivia y de otros escenarios geográficos, en cuanto a que no había comprobación alguna que demostrara el fraude que condujo al golpe.

En ese tránsito pre electoral, apareció un día antes de que culminara febrero, el informe del Instituto Tecnológico  de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), especializado en estudios de este tipo, que mantiene que Evo Morales ganó con «alta probabilidad» las elecciones de octubre pasado, lo que es una prueba más de que no hubo fraude.

El citado documento de la entidad estadounidense cuestiona el informe en el que en su día la Organización de Estados Americanos (OEA) advirtió irregularidades en los comicios, y que sirvió de argumento para que su secretario general, Luis Almagro, asegurara que hubo fraude a favor de Morales, y se provocara el golpe de estado.

El propio candidato a la presidencia por el MAS para los venideros comicios, Luis Arce, aseguró que la investigación del Instituto Tecnológico  de Massachusetts y difundida la víspera por el diario The Washington Post, muestra que «no se encontró fraude alguno».

Por su parte Evo Morales tuiteó que «la verdad se abre camino. La OEA, Almagro y la comisión encargada de la auditoría de los resultados de las elecciones de octubre, le deben muchas explicaciones al pueblo boliviano y al mundo entero».

De acuerdo con el informe estadístico del Instituto Tecnológico de Massachusetts, es «altamente probable que Morales superase el margen de 10 puntos porcentuales», para ser declarado vencedor en primera vuelta sobre el candidato Carlos Mesa, segundo más votado en aquella oportunidad.

Entonces, todo hace indicar lo que ya se sabía, en las elecciones de Bolivia el único fraude lo cometió la OEA en su mentiroso informe.

El hecho que no haya fraude comprobado en la reelección de Evo Morales, llama a una pregunta necesaria: …¿y ahora qué?

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