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Niños pobres, ¡pobres niños!

23 de febrero de 2021

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Por muy oficiales que dicen que sean, diversos informes difieren en el número de niños que están en la pobreza, sufren de explotación y son víctimas de cualquier tipo de mercado, incluido el de donación de órganos.

Para ocultar eso hay una mafia extendida y hasta protegida por entes que debían ser sus cuidadores.

Lo cierto es que los niños, los más débiles y desamparados de la sociedad, son las principales víctimas de los conflictos bélicos, de la pobreza estructural, de las migraciones forzadas, del deterioro social y de las violaciones de los derechos humanos.

Está probado que la pobreza impide disfrutar de su infancia a millones de niños de todo el mundo; les priva de las capacidades que necesitan para sobrevivir, desarrollarse y prosperar; les niega la igualdad de oportunidades y aumenta la vulnerabilidad a la explotación, el abuso, la violencia, la discriminación y la estigmatización.

Coincidencias de los más recientes informes del Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas señalan que los niños de los hogares más pobres tienen casi el doble de probabilidad de morir antes de cumplir cinco años que los de los hogares más ricos, y cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela.

La mitad de los pobres del mundo son niños; más de 250 millones de ellos viven en países asolados por conflictos bélicos y casi un millón han arriesgado su vida en estos años tratando de buscar refugio en Europa.

En consecuencia, el mundo sigue siendo un lugar profundamente injusto para los niños más pobres y más desfavorecidos, a pesar de los grandes avances logrados desde la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.

Anthony Lake, cuando era director ejecutivo de la entidad de la ONU, señaló lo injusto que las desigualdades de las sociedades determinen incluso antes del nacimiento, las oportunidades que muchos niños tendrán en sus vidas. “No es justo que la discriminación y las desventajas a causa del género, el lugar de nacimiento o la condición social o económica definan si sobrevivirán y prosperarán”, acotó.

Reconocida esta injusticia social e histórica, se proclama que el ciclo de la desigualdad imperante no es inevitable ni insuperable. Romperlo supone intervenciones concretas orientadas a ofrecer a estos niños un buen comienzo de vida y continuar interviniendo en momentos claves de su primera infancia y adolescencia.

Por ello hay que sacrificar y apostar por cambiar el futuro de los niños más desfavorecido, porque también traza el futuro de sus hijos.

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