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Niñez y desigualdad

3 de diciembre de 2015

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Uno de los más terribles círculos viciosos prevalecientes en el mundo actual, hegemonizado en parte por el capitalismo neoliberal y el tipo de globalización que esto engendra, es el de la pobreza y la desigualdad: esto es, que la pobreza genera desigualdad y esta a su vez, genera pobreza infinita.

Dentro de ese ciclo perverso –según ha confirmado el Fondo para la Infancia de Naciones Unidas (UNICEF)–, los más perjudicados del planeta son los niños. Aquellos que provienen de los hogares más pobres, por ejemplo, tienen casi el doble de probabilidades de morir, antes de cumplir cinco años de edad que en los hogares más acomodados o ricos, y cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela.

Se conoce por otras vías estadísticas de la propia ONU que en el momento actual la mitad de todos los pobres del mundo son niños y casi 250 millones de ellos sobreviven en medio de los países asolados por conflictos bélicos de diferente naturaleza, contribuyendo a que más de 200 mil engrosen la gran masa de refugiados del Oriente Medio y el norte de África hacia Europa.

La propia UNICEF reconoce que la injusticia social y la desigualdad motivan que aún antes del nacimiento pueden ya determinarse las oportunidades o no que millones de niños tendrán en sus vidas. La discriminación y las desventajas de diverso tipo, el lugar y las circunstancias del nacimiento y la condición económica y social influirán decisivamente en cuanto a su supervivencia y prosperidad.

Como una fórmula para intentar salir de ese círculo infernal, la Agencia recomienda como necesaria una inversión suficiente en áreas fundamentales que propiciarían la protección de la infancia, como son la salud; el saneamiento y la higiene; la nutrición; la educación y la inclusión social.

El informe sugiere a los gobiernos y aliados en el desarrollo concentrarse en los países y regiones cuyas brechas de equidad son mayores; suscitar la voluntad política necesaria para abordar las fuentes arraigadas de la exclusión y comprometerse a largo plazo a mantener los avances logrados”.

A medida que los niños crecen desposeídos de ninguno de sus derechos, será imposible evitar que todas las desigualdades iniciales no se reproduzcan y se agraven, manifestándose en enfermedades, desnutrición, malos resultados en el aprendizaje los que lleguen a él y otros males sociales acompañantes: la ignorancia, el analfabetismo, el desempleo y la pobreza hasta su grado extremo.

Aunque, como es usual, el diagnóstico del organismo mundial se ve impedido de llegar a fondo sobre las causas originales y las soluciones más radicales, no caben dudas de que este informe de la UNICEF al menos caracteriza con claridad la situación y advierte: “la pobreza en los primeros años de vida aumenta de manera drástica la probabilidad de ser pobre al alcanzar las raíces de las inequidades que afectan a los niños y adolescentes”.

Los males sociales del capitalismo, agravados por el neoliberalismo globalizado, tienen en la niñez sus víctimas más propicias.

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