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Nepal no es Egipto

19 de agosto de 2013

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Si en el no cercano Egipto la ofensiva de la ultraderecha disfrazada de laica e instrumentada por el Ejército, reprime exageradamente a una multitud desarmada que demanda la restitución del Presidente elegido constitucionalmente, en el lejano Nepal el gobierno de izquierda ratificó la destitución del alto mando militar de abierta orientación conservadora y la celebración en noviembre próximo de las elecciones a la Asamblea Constituyente.
La situación es la primera y principal crisis que enfrenta el país desde que la monarquía fue abolida y Nepal se convirtió el año pasado en república con una presidencia ceremonial.
Las vicisitudes comenzaron tras la reciente destitución del jefe de las Fuerzas Armadas, general Rookmangud Katawal – quien se rehusó a dimitir –, acusado del reclutamiento de 2 800 soldados sin autorización del gabinete y la reinstalación de ocho generales despedidos por el Ministerio de Defensa.
El gobierno maoísta del primer ministro, Pushpa Kamal Dahal, acusó al general de desobedecer órdenes del Poder Ejecutivo.
Ubicado en los Montes Himalaya, Nepal está emergiendo de una guerra civil de 10 años que terminó en 2006 con un cese al fuego, que permitió el año pasado el triunfo electoral de ex rebeldes maoístas y la formación de un gobierno de coalición.
Pese a la instalación del nuevo gobierno, el proceso de paz está estancado en el tema que causó la crisis más reciente: la integración de los ex combatientes maoístas en el ejército nacional.
El destituido jefe del ejército es un político conservador que se ha resistido al control del ejército por el gobierno y no ha cumplido con los compromisos del acuerdo de paz de 2006, por el cual los casi 20 000 ex guerrilleros debían ser integrados a las fuerzas armadas regulares, provocando la renuncia de sus dos primeros premieres.
El primero de ellos fue el legendario jefe guerrillero Prachanda, cuya renuncia fue un duro golpe al proceso revolucionario. Ello dio al traste con la ilusión de dirigentes del Partido Comunista  de Nepal (maoísta), boicoteado por una burguesía que se mostró hábil en liar en la maraña parlamentaria al mayoritario PCN (m), pues tanto la Constitución como el juego de poderes esta plagado de vacíos interpretativos en los que no pocas veces encalló, en sus primeros  ocho meses, el gobierno presidido por el líder maoísta.
El principal logro de esta etapa, la derogación de la monarquía y la proclamación de la Republica Democrática Federal, fue parcialmente boicoteada por el aún fuerte régimen feudal, al mantenerse en sus puestos la cúpula militar monárquica.
La cuestión militar, la que según los Acuerdos de Paz se resolvería integrando los dos ejércitos, no fue aplicado, al oponerse la burguesía a perder la hegemonía de su guardia pretoriana.
En lugar de Prachandra, el Parlamento eligió como primer ministro a Baburam Bhattarai, quien tuvo como tareas llevar adelante el dilatado proceso de paz en la pequeña nación del Himalaya, incluidas la desmovilización del EPL y la reincorporación de sus efectivos a la sociedad, y la redacción de una nueva Constitución.
La gente de todas las ideologías políticas apoyó la elección de Bhattarai principalmente por su impresionante desempeño como Ministro de Finanzas en el gabinete de Prachanda y por su imagen liberal e intelectual, que lo ha hecho atractivo para los medios y la clase media.
Durante su gestión como Ministro de Finanzas, el Dr. Bhattarai solidificó su posición entre el público nepalés con problemas de solvencia, cuando decidió renunciar a caros automóviles extranjeros en beneficio de vehículos rentables “hechos en Nepal”.
Pero el mantenimiento de fuertes lazos ideológicos con los principales dirigentes del Partido Comunista de Nepal y la decisión de cumplir con lo pactado, devino en que los conservadores, con el apoyo del jefe militar Katawal, maniobraran para hacerlo renunciar, lo que fue conseguido.
Esto dio paso a otro dirigente maoísta, Pushpa Kamal Dahal, que se propone mantener lo establecido, no ceder a presiones para restituir al alto mando militar y celebrar elecciones a la Constituyente, pasos necesarios para solidificar la soberanía y mantener el rumbo independiente del país.

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