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Nada de nada

2 de enero de 2018

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Pobreza cero, terminar con el narcotráfico y la unión de todos los argentinos fueron los objetivos que, según Mauricio Macri, guiarían su gestión, si lograba ganar la presidencia, pero no solo nada de esto lo ha cumplido, sino que ha logrado que se multiplicaran con creces los índices negativos al respecto.

Ya cerca de 700 000 familias argentinas se han convertido en indigentes durante su mandato de dos años, es decir, el 7%% de la población, en tanto más del 30% roza el índice de la pobreza.

Del narcotráfico poco se habla, porque la acción represiva está dedicada a contener a las decenas de miles de argentinos que protestan contra su política de recortes sociales, desempleo, aumento desmesurado de las tarifas y castigo a los más débiles, aquellos que considera no rinden renta al país, como los jubilados y pensionados.

El desafío principal de la política exterior de su gobierno era capitalizar las oportunidades que ofrece el mundo para avanzar en el logro y la concreción de metas nacionales, pero solo ha logrado insertarse internacionalmente cuando accedió a pagar a los Fondos Buitres intereses que habían obtenido espuriamente, y que el anterior gobierno se había negado a hacer.

Habló y prometió mucho, pero ni se ha acercado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas 2015, ni a las recomendaciones y propuestas que planteó el Papa Francisco sobre esa agenda, y ni por asomo a la encíclica del jefe religioso

Laudato Si, en la cual realiza un llamado a “una conversación que nos una a todos” frente al desafío ambiental que vivimos, anclado en profundas raíces humanas.

Lo de Macri es obtener más y más inversiones, entronizar una polaca neoliberal que entregue las riquezas nacionales y las propiedades del Estado a la oligarquía y consorcios internacionales, sin que se vislumbre ninguna de esas frases que había expresado electoralmente sobre construir “una estrategia de vinculación con el mundo que parta de una definición clara del lugar que queremos ocupar en el concierto internacional; junto con una activa política de inserción económica que nos permita aprovechar las oportunidades comerciales y de inversión que nos ofrece el actual contexto mundial”.

La  política antiterrorista que prometió se distorsionó al tratar de comprometer a la ex presenta  hoy senadora Cristina Fernández de Kirchner en un atentado de hace más de 20 años a una entidad sionista en Buenos Aires, con el fin de desprestigiarla, tratar de meterla en prisión y con ello eliminarla de una posible reelección.

La libertad de acción internacional de Argentina constituye una demagogia de su política, encerrada en las palabras que hablan sobre “democracia, derechos humanos y la no proliferación serán banderas que marcarán nuestro compromiso en el plano internacional”, que se han transformado en la entrega de la soberanía a quienes ofrecen grandes oportunidades comerciales y de inversión, para utilizarlas en provecho propio y de sus acólitos.

De sus promesas al pueblo, no queda nada de nada.

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