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Nada de estupidez: es inteligencia al servicio del mal

5 de julio de 2016

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De pasada, leo y me intereso en la expresión de un bloguero que califica de estúpidos a quienes controlan lavida de la mayor parte del planeta mediante el Banco de Pagos Internacionales (BPI), ubicado en Basilea, Suiza, la cuna del blanqueo, escondite y otras estrecheces moralesdel capitalismo, en cualquiera de sus fases.
Tan malos o peores, pienso, son los gobiernos que se eligen “democráticamente”, pero son cómplices de este BPI, un grupo del que nadie habla, como si de Bilderberg y otros elementos asistentes al cíclico Foro de Davos, que parecen semejantes, pero no son iguales.
Y es porque el BPI asume su papel de principal controlador, cuando le “hala las orejas” a los poderosos banqueros alemanes, alertándolos de que el exceso de egoísmo y gula ganancial pueden romper el saco de la estabilidad necesaria para sacar dividendos.
No en todas partes la banca alemana puede hacer y deshacer como hizo en Grecia, donde pulverizó las ínfulas de la hasta entonces izquierdista Syriza y obligó al gobierno de Tsipras a aceptar términos aún peores de los que había tratado de rechazar.
En cuanto al BPI, del que nunca nadie habla, subrayo, hay que destacar que, no obstante, está en el meollo de todo y, si algo ha salido a la luz, fue gracias a un libro escrito por Adam Lebor, titulado: “Torre de Basilea: la oscura Historia del Banco Secreto que dirige el mundo”.
Según la obra, el Club más exclusivo del mundo tiene dieciocho miembros, quienes “se reúnen cada dos meses, un domingo por la noche a las 7 p.m., en la Sala E, en una torre circular cuyas ventanas tintadas miran a la estación central de tren de Basilea.
Sus deliberaciones duran una hora, tal vez una hora y media.Algunos de los presentes traen un colega con ellos, pero los ayudantes raramente hablan durante estos cónclaves confidenciales. La reunión se cierra, los asistentes se van, y los que quedan se retiran a cenar en el comedor en el piso dieciocho, sabedores de que la comida y el vino serán excelentes. La comida, que continúa hasta las 11 p.m. o la medianoche, es el lugar donde se realiza el trabajo real. El protocolo y la hospitalidad, perfeccionadas durante más de ocho décadas, son impecables. Cualquier cosa que se diga en la mesa de ese comedor, se sobreentiende, no será repetida en otros lugares.
Pocos de los asistentes serían reconocidos por los transeúntes, a pesar de que incluyen a un buen número de las personas más poderosas del mundo.
Estos hombres, pues casi todos son hombres, son banqueros centrales. Han llegado a Basilea para asistir al Comité Consultivo Económico (ECC) del Banco de Pagos Internacionales (BPI), que es el banco de los bancos centrales”.
Hay que tener en cuenta que el Comité Consultivo Económico es el más influyente dentro delBPI, y está abierto solo a un pequeño grupo selecto de bancos centrales de las economías más avanzadas, y hace recomendaciones sobre la composición y organización de los tres comités del BPI que trabajan con el sistema financiero mundial, los sistemas de pago y los mercados internacionales.
Los cónclaves de los gobernadores de los Bancos Centrales han desempeñado un papel crucial en la determinación de la respuesta mundial a la crisis financiera global,y toman decisiones que pueden o no ocasionar menores o mayores sacrificios para las masas, que seguirán empobreciéndose (las que subsistan), pero eso sí: decisiones tomadas en un ambiente que desborda lo agradable.
Y es que, tal como se explica en el libro de Adam Lebor, “la dirección del BPI trabaja duro para asegurarse de que el ambiente sea agradable y sociable… dispone de una flota de limusinas para recoger a los gobernadores en el aeropuerto de Zürich y llevarlos a Basilea. Desayunos separados, almuerzos y cenas se organizan para los gobernadores de los bancos nacionales que supervisan diferentes tipos y tamaños de economías nacionales, para que nadie se sienta excluido”.
Así se trata de decidir lo que más le conviene, no al mundo, sino a quienes lo controlan.

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