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Museveni: ahora igual que antes y… ¿después?

29 de febrero de 2016

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Poco a poco la situación en Uganda se ha ido caldeando de tal manera que muchos consideran que el recién electo por quinta vez presidente Yoweri Museveni, de 72 años, no podrá resistir la presión interna y externa y tendrá que dejar paso a un sucesor sea o no de su conveniencia.
Las constantes denuncias de corrupción, nepotismo, preferencias desmedidas a su etnia y el intento de tratar de imponer nuevamente leyes que condenan a muerte a los homosexuales, porque “están contra la ley de Dios”, son algunas de las cuestiones que explican la creciente impopularidad de un mandatario que fue acusado de falsear los resultados comiciales e imponer la ley del miedo para seguir manteniendo vitaliciamente la Presidencia.
El Presidente de Uganda ganó cómodamente las elecciones, al obtener más del 60% de los votos, en un proceso marcado por la represión, la detención de principal su rival, Pizza Besigye, y las sospechas de fraude.
La elección fue empañada por demoras en la entrega de los materiales de votación, incidentes de violencia y la decisión del gobierno de monitorear las redes sociales e incluso cerrarlas.
Tanto Estados Unidos como la Unión Europea se vieron obligados a denunciar las irregularidades de los partidarios de un presidente que siempre se ha mantenido fiel a los “ideales” de Occidente.
La campaña electoral de Museveni estuvo enfocada para provocar el terror, al decir que votar por la oposición es suicidarse, y que algo malo va a pasar, porque solo él puede garantizar seguridad. La periodista local Grace Natabaalo afirmó que se extendió la opinión de que “votar es una pérdida de tiempo. Piensan que Museveni va a ganar hagan lo que hagan. Los ugandeses ya no creen en el proceso electoral”.
Yoweri Museveni y su Ejército de Resistencia accedieron al poder mediante un golpe de Estado en 1986, y prometieron poner fin a los desórdenes y las matanzas que habían perpetrado los dirigentes anteriores.
Los ugandeses y la comunidad internacional los recibieron con optimismo; Museveni dijo que lucharía para conseguir “restablecer un régimen democrático, una constitución y la reconstrucción económica del país, así como servicios básicos y oportunidades para todos los ciudadanos”.
Pero los partidos políticos de oposición no pudieron presentar sus candidaturas en las elecciones nacionales hasta el 2006 y, 30 años después, Museveni continúa siendo el presidente de Uganda. Las organizaciones para la defensa de los derechos humanos y los partidos contrarios denunciaron numerosas irregularidades durante las elecciones del 2006 y el 2011, que siguieron presentes en este 2016.
Lo cierto es que Museveni ha perdido popularidad, hasta el extremo de decirse que el Rey de Buganda, una región ugandesa, es más popular que él. Asimismo, enfrenta movimientos escisionistas en el norte del país y descontento étnico por su preferencia manifiesta hacia los suyos.
Museveni hizo que Uganda participara en la guerra civil de la República Democrática del Congo, junto a Tanzania, Ruanda y Burundi. Pero también hay otros males:
Su gobierno se ha visto envuelto en numerosos casos de corrupción y malversación de fondos públicos, el más sonado, la compra de un vehículo marca Mercedes Benz S600 blindado, para la conmemoración del 50 Aniversario de la independencia ugandesa del Imperio Británico, con un costo aproximado de 750 millones de chelines ugandeses, unos 300 000 dólares, en un país donde el salario normal de un trabajador ronda los 100 dólares mensuales.
Asimismo, ha estado en conexión con la organización fundamentalista cristiana norteamericana The Fellowship (conocida como “The Family”), cuyos dirigentes lo consideran como un hombre clave para la organización en África.

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