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Muros para mutilar la esperanza

29 de agosto de 2016

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En un reciente artículo divulgado por la agencia IPS, el director general de la FAO, señor José Graziano da Silva, calificó de “respuesta miope a los temores de la migración”, el hecho de que se levanten vallas y muros como medida para frenar el arribo a Europa de seres humanos afectados por el hambre, las guerras y otros males.
El funcionario aseguró que para aquellos países que deseen reducir las presiones migratorias transfronterizas, la mejor opción es, probablemente, hacer frente a sus causas de raíz. Esto implica llevar a cabo acciones para fomentar la paz y la seguridad donde hay conflicto y opresión. También conlleva cerrar las crecientes brechas en los niveles de vida, tanto entre naciones como entre ricos y pobres, en los países de los que los migrantes económicos se van.
Pienso que son más que suficientes estas aseveraciones para que el mundo desarrollado deje de utilizar el tema migratorio como una limosna cuando se da ayuda a los que llegan allí huyendo al hambre, las enfermedades o las guerras, o todo junto.
Europa sabe muy bien la deuda que tiene con sus antiguas colonias africanas, a las que conquistó por la fuerza y luego expolió despiadadamente, dejándolas sin recursos y sin perspectivas de vida.
En tal caso, las naciones europeas deben y pueden ayudar a resarcir los daños provocados a sus antiguas colonias y buscar fórmulas que mitiguen al menos las verdaderas causas que provocan que millones de seres humanos se lancen a la mar en busca de lo que no tienen en sus países.
No fueron países como Siria, Iraq, Afganistán o Libia, quienes crearon las guerras de agresión, las invasiones a su territorio, los crueles bombardeos, donde los ciudadanos que quedan vivos buscan en la opción de emigrar, la salvación de sus vidas.
Tampoco los grupos terroristas como Al Qaeda o el Estado Islámico fueron paridos por las naciones pobres. El odio, la crueldad, el extremismo, son cosechas de quienes desde el exterior han aportado —y todavía aportan— miles de millones de dólares para sus planes de desestabilizar gobiernos, tumbar presidentes o crear todo tipo de crisis, allí donde los enviados del imperio no son bienvenidos.
No son pocos, por cuanto ya superan los 65 millones de personas las obligadas a abandonar sus hogares o sus países debido a la violencia de los conflictos armados, la mayoría de estos exacerbados por quienes han llevado a África o al Oriente Medio, las crueles guerras que han dejado millones de muertos y heridos y una destrucción material que incluye el patrimonio de países enteros y de toda la humanidad.
La migración en Europa sigue aportando noticias, en casi todos los casos lamentables, por cuanto tratan de los miles que mueren en la travesía por el Mediterráneo o los que son devueltos luego de pisar tierra europea.
Ahora, cuando el tema migratorio se ha convertido en un fenómeno sin una solución verdadera, la construcción de muros, vallas, alambradas y otras formas de cercar la esperanza, no pasa de ser un paliativo que no aporta solución alguna y más bien recuerda cuan cuestionados han sido los muros en todas sus variantes, lo mismo en los momentos actuales como en décadas pasadas.

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