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Mujer congoleña, eterna víctima

4 de febrero de 2014

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Los tambores de la guerra no han dejado de sonar en la República Democrática del Congo, una de las naciones más pobres del mundo no obstante poseer importantes y abundantes recursos naturales, objetivos de los “señores” que dirigen continuados conflictos en los que se violan los derechos humanos y tienen a las mujeres como las principales víctimas.
Precisamente, es la mujer congoleña la que más trabaja en el hogar, cuida de los niños y es a veces la única cabeza visible en el cultivo de los campos, cuestiones que, sin embargo, no puede realmente asumir por los oscuros intereses egoístas que violan hasta sus más elementales derechos.
La debilidad institucional en las regiones de Kivu del Sur y Kivu del Norte ha convertido acuerdos de paz con grupos opositores en letra muerta, lo que elimina el espíritu optimista que vislumbraba un mejor 2014, porque, realmente, se recrudecen la grave crisis económica y la conflictividad sociopolítica interna, en la que los propios “señores de la guerra” disputan al Estado el monopolio del uso de la fuerza y constituyen un nuevo poder que controla una parte determinada del territorio nacional.
Su legitimidad procede, por un lado, del respaldo social que reciben de sus clanes o grupos étnicos o religiosos, y por otro, del control que ejercen sobre la economía informal –las redes de extracción y comercialización de recursos naturales, y las de contrabando y sus conexiones a empresas transnacionales- y su capacidad por tanto para generar empleo.

MÁS DE MIL VIOLACIONES  DIARIAS

Tanto en tiempos de guerra y los pocos de tensa paz, en la República Democrática del Congo 1 152 mujeres son violadas por día, ninguna puede firmar nada sin permiso de su marido y no existe prioridad alguna para promover sus derechos y la igualdad de género.
En el Congo oriental, en las ya mencionadas provincias de Kivu del Norte y de Kivu del Sur, la prevalencia y la intensidad de las violaciones y otros actos de violencia sexual se describe como el peor en el mundo.
Las mujeres son violadas durante la guerra y se mantienen posteriormente como esclavas de los soldados; cuando  son liberadas, la mayoría de los hijos que dejan son asesinados o controlados en un hospital, donde morirán.
La guerra ha hecho la vida de las mujeres más precaria, pero en los momentos de paz la situación no mejora ducho y la violencia contra ella es percibida por amplios sectores de la sociedad como normal. El Comité Internacional de la Cruz Roja expresó su preocupación por la situación en el este congoleño, donde se desarrolló un fenómeno de “desplazamiento pendular” de la gente por la noche, para acelerar la seguridad en una zona donde la violencia contra la mujer es descrita como una brutalidad inimaginable.
Allí los grupos armados atacan a las comunidades locales, saquean, violan, secuestran a mujeres y niños y hacen que trabajen como esclavas sexuales.
El enfrentamiento que todavía se está viviendo en la República Democrática del Congo se ha llevado más vidas que el holocausto de la Segunda Guerra Mundial, dice un informe de la ONU, en el que se subraya que las mujeres y los niños son usados como armas de guerra, hay un abuso reiterado de los derechos humanos y las potencias miran hacía otro lado, sabiendo lo que ocurre.
En este contexto se le da cierto crédito al investigador francés Guillaume Long, quien apuntó que como el país africano no es un criadero de grupos terroristas que hagan temblar las metrópolis occidentales, ni poseen armas nucleares, parecen no merecer la atención de Occidente, que alimenta el conflicto congolés al participar en el saqueo de sus recursos.

VIOLENCIA QUE OCUPA

“Tengo 27 años y nunca he vivido una situación sin violencia, sufrimiento, hambre, muerte y enfermedades. Me siento culpable por mis hijos, por no poder darles un futuro mejor”, lamentaba una de las mujeres utilizadas constantemente como escudo humano por los innumerables grupos que siembran el terror entre el pueblo.
Algo que indigna es que, al no registrarse y evaluarse su experiencia como parte activa del conflicto, las mujeres tampoco son incluidas en las propuestas políticas de resolución, lo cual resulta ser uno de los factores de fracaso, o como mínimo de fragilidad, de los intentos de pacificación.
Ello es particularmente grave en el este, donde permanece ignorada e invisible, sin tener en cuenta el ejército y los grupos opositores armados, que utilizan la violencia sexual contra ellas, que es un aspecto fundamental de la historia congoleña.

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