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Modi al exterior

28 de mayo de 2019

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Invitado por el gobierno del Bharatiya Janata Party a presenciar los comicios legislativos de hace unas tres décadas, fui testigo de la derrota del partido fundamentalista hindú a manos del centrista Partido del Congreso de la India y el ensalzamiento de su líder, Sonia Gandhi, gracias al voto de las mujeres y la sorpresiva actuación de varios estados con mucha población rural, que cambió su tradicional voto al BJP, debido a una errónea política que había empobrecido a millones de campesinos indios.

Ya había tenido una similar experiencia con el izquierdista Frente de la Patria, derrotado en otros comicios al Parlamento por el BJP.

De entonces a acá ha llovido mucho, con un Bharatiya más acorde con la época, menos extremista, aunque sí con un concepto nacionalista a veces equivocado a favor de la mayoritaria religión hindú, en detrimento de las minoritarias.

Pero el encumbramiento del primer ministro Narendra Modi en el 2014 y la victoria demoledora del BJP en los más recientes comicios legislativos, que le asegurará posiblemente la reelección, está insuflada en un espíritu muy nacionalista en lo interno e independiente en lo externo, política exterior que preocupa a Occidente, principalmente a Estados Unidos.

Con la agresión diversa que los halcones estadounidenses realizan contra Venezuela, la India se convirtió en un sorpresivo y fundamental aliado del Gobierno Bolivariano de Nicolás Maduro, al comprarle todo el petróleo que dejó de importar Estados Unidos, que trata de rendir por hambre y enfermedad al pueblo de la nación suramericana.

Muchas son las presiones que recibe Delhi de Washington para que abandone esa política, que, además de solidaria, es buena económicamente para la India, donde sus dos principales refinerías, una nacional y otra de propiedad rusa, ya están trabajando sobre el crudo venezolano, con muy buenos rendimientos y calidad.

Para entender esta situación es bueno saber que Estados Unidos y la India llevan un tiempo enfrentadas en una guerra comercial, así que EE.UU., en represalia por la actitud independiente del gobierno de Modi, anunció que dejaría de dar un estatus preferencial a la nación surasiática, que le permite exportar anualmente a ese país bienes por un valor total de 5 600 millones de dólares sin pagar impuestos.

El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, exigió a la India lo mismo que a todos los países: “No sean la cuerda salvavidas económica del régimen de Maduro”.

Algunos especialistas opinan que Washington presionara tanto que, Reliance Industries y Nayara Energy, propietarias de las dos refinerías, dejarán de negociar con Caracas, porque puede recibir una penalización muy grande, como le pasó al banco francés BNP Parabas, cuando le impusieron una multa de 8 900 millones de dólares porque lo hicieron con Irán, la República Popular Democrática de Corea y Cuba.

Coincidieron en que “la alternativa de perder acceso a la infraestructura financiera estadounidense es impensable. Dados estos hechos, es muy probable que las compañías reduzcan sus compras con Venezuela como resultado”.

Pero, en realidad, esta cuestión forma una parte importante de la política exterior de Narendra Modi, cuyo pensamiento, que le insufla a su partido y otras entidades que le apoyan, ha ido girando del ultraconservadorismo a una posición nacionalista que toma tintes de izquierda, aunque agrupaciones de esta tendencia lo nieguen y hasta tratan de compararlo con Hitler y, en ese paroxismo, se hacen eco de informaciones que no parecen ser verídicas o sacadas de contexto.

Por lo pronto, el gobierno de la India, encabezado por Narendra Modi, ha estado jugando una política cada vez más progresista, independientemente de su diferendo con Paquistán e inconveniencias con China y otras naciones del área, de lo que trataremos en otros comentarios.

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