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Medios con mayor poder que los partidos

9 de marzo de 2016

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En Brasil, el gigante sudamericano, se da la característica especial de que el poder mediático opositor a los gobiernos del Partido del Trabajo (PT), de Lula y Dilma, tiene más fuerza que los partidos oligárquicos de derecha a los que sirven.
El emporio de los medios, fundamentalmente de la televisión, en manos de la cadena O Globo, es uno de los mayores del mundo y es dueño de más del 65% de las productoras y distribuidoras cadenas televisivas.
Hay otros tres empresarios que concentran el resto de los medios y solo la prensa alternativa, de sindicatos y alguna que otra agrupación social –con limitaciones económicas lógicas– se encargan de divulgar las grandes verdades que hacen los gobiernos que encabezaron Lula primero y Dilma en la actualidad, los dirigentes más populares y reconocidos por una población marginada y empobrecida que ha encontrado la luz al final del túnel de la injusticia social.
Durante los años de mandato de Lula fueron más de 13 millones de brasileños los rescatados de la pobreza extrema. Y durante el gobierno de Dilma Rousseff, la salud pública ha llegado a donde nunca la hubo y la misión Hambre Cero, avanza, con contratiempos, pero con firmeza.
Es tan contundente el peso de la obra social de estos dos mandatarios, que el poder mediático recordó su gran poderío y se ha propuesto frenar el camino emprendido por ellos a favor de las grandes masas marginadas en la nación más grande de la región latinoamericana.
Los últimos acontecimientos en Brasil dan cuenta de hasta dónde es capaz de llegar la oligarquía carioca encabezada por los consorcios mediáticos opositores.
A Lula tratan de restarle prestigio con falsas acusaciones que llegaron a la inconcebible realidad de que se le allanara su casa y se le detuviera como si fuera un delincuente común.
La participación del imperio mediático fue tal que, 30 minutos antes de que llegara la fuerza militar a la casa de Lula, ya estaban allí los reporteros de la cadena O Globo, la misma que tenía un helicóptero volando por la zona y desde donde se filmó toda la vergonzosa operación opositora.
Saben estos oligarcas brasileños que Lula tiene muchas posibilidades volver a ocupar la presidencia, de presentarse a los comicios de 2018, cuando finalice la actual gestión de Dilma.
Contra la presidenta han lanzado en los últimos tiempos todo tipo de dardos envenenados y el tema corrupción, que involucra a la empresa estatal petrolera, ha sido tergiversado por los grandes medios con la intención fallida de salpicar a la mandataria.
Tales intentos desestabilizadores, en medio de una situación económica difícil, derivada de la caída en picada de los precios del petróleo, más la presencia en el gran país de enfermedades como el Zika, que se propaga por los diferentes estados brasileños, se han convertido en inconvenientes reales para la gestión gubernamental.
El momento –y la derecha brasileña lo sabe muy bien– es ideal para arremeter con la mayor fuerza posible contra Dilma y principalmente contra Lula, su casi seguro sustituto.
En Brasil se escuchan las campanas opositoras que suenan contra Venezuela, Argentina y Bolivia; tres países vecinos, donde también el poder mediático ha sido cabeza pensante y ejecutora de bruscos cambios políticos que, en el caso de Caracas y Buenos Aires, han creado la mayor confusión y han comprado a personas indecisas para que a la hora de emitir el voto, lo hagan contra los gobiernos progresistas existentes.
Así pudiera explicarse –aunque sea en parte– la actual situación creada en Argentina donde ya suman decenas de miles los que en dos meses de gobierno derechista, han sido despedidos de sus trabajos o castigados con medidas neoliberales que echan abajo los grandes programas sociales de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
En Venezuela, la toma del Parlamento por la oposición fue el comienzo –anunciado enfáticamente por quienes hoy encabezan la legislatura– de un plan mayor: el de derrotar al presidente Nicolás Maduro y echar por tierra todos los avances, reconocidos por la ONU y otras organizaciones internacionales, que en materia social han logrado los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
La arremetida derechista en América Latina está aupada no solo por los medios locales y la derecha oligárquica de esos países, sino y de manera muy especial, por quienes desde Estados Unidos y algunos países europeos, no escatiman recursos y asesoramiento para aplicar las llamadas “guerras blandas”, y acabar con el ascenso progresista de los últimos años.

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