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Más allá del petróleo

20 de abril de 2016

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Los resultados fallidos de la reunión de 17 países OPEP y no OPEP efectuada en Doha, Qatar, con el propósito de llegar a un acuerdo que regularice los precios del mercado internacional del petróleo, han servido para confirmar que al margen de la problemática económica, de exceso de producción, de oferta y demanda, los avatares del crudo tienen un fuerte contenido político que va más allá.

La reunión de Doha tuvo como antecedente el acuerdo temporal suscrito el 16 de febrero por cuatro de los más importantes productores mundiales (Rusia, Arabia Saudita, Qatar y Venezuela) quienes se comprometieron a congelar sus producciones respectivas durante un lapso de cuatro meses.

El citado compromiso debió haber sido el primer paso para el logro de un consenso mayor y a más largo plazo que debía alcanzarse para provocar una elevación sostenida de los precios petroleros; solo con el anuncio de esta avenencia preliminar habían experimentado ya una cierta mejoría.

Se dijo, por los expertos, que un acuerdo en Doha se reflejaría de inmediato en los mercados y podría equivaler a un alza de casi 50 por ciento de los precios actuales, según los más optimistas. Ello no es de dudar, pues los productores allí reunidos representan la mitad de la demanda mundial.

Sin embargo, cuando el ambiente creado hacía suponer que de dicho encuentro surgiría el anunciado consenso, todo pareció venirse abajo en 24 horas y el ministro qatarí se limitó a anunciar el aplazamiento de cualquier decisión para el próximo junio en Viena, en una reunión cuyo formato aún no quedó claro si incluirá de conjunto a los países OPEP y no OPEP tal como se logró en esta ocasión que lucía tan promisoria.

De inmediato los observadores más acuciosos atribuyeron el fracaso de Doha al sorpresivo cambio de posición de Arabia Saudita, bajo presión de Estados Unidos –su socio carnal–, alegando que la negativa de Irán a mantener su producción reducida e incorporarse al acuerdo no hacía viable su conclusión, pues colocaba a Teherán en una posición favorable respecto a los mercados.

Es obvio que tras los argumentos sauditas se mueve la aguda confrontación entre las dos potencias regionales que se enfrentan hoy en varios conflictos del convulso Medio Oriente. Irán, por su parte, alega que debe recuperar el terreno perdido a causa de las sanciones económicas de que fue víctima durante largos años.

Tampoco puede ignorarse la activa participación de la Administración estadounidense, que al liberar la extracción del llamado petróleo de esquisto mediante el método “fracking” convirtió al país imperial en un factor petrolero mundial, al duplicar prácticamente su producción y exportación.

Ello se hizo con el deliberado propósito de dañar la economía de rivales políticos como Rusia, Venezuela e Irán e intentar crear problemas de desestabilización interna contra esos gobiernos, considerados por Washington como desobedientes e incómodos.

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