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Mapuches están, pese a pinochetistas

5 de agosto de 2020

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Algo muy podrido debe haber cuando la denominada centroizquierda del Parlamento chileno aprueba la propuesta de la derecha pinochetista para que se utilice la fuerza contra los mapuches que demandan la libertad de sus dirigentes detenidos y la devolución de sus tierras usurpadas por empresas forestales extranjeras que extraen de ellas amplias ganancias.
Esta represión al movimiento viene de mucho antes, pero ha sido intensificada por el millonario Sebastián Piñera, un presidente que no ha ocultado nunca su admiración por Augusto Pinochet.
Dirigentes indígenas se han declarado en huelga de hambre, y afirman que será hasta las últimas consecuencias, algo que no creo haga mella en un gobierno como éste, con una oposición emblandecida, que, incluso, asiste impávida ante elementos que laboran para las entidades foráneas convertidos en tropas de asalto a las comunidades y manifestantes mapuches.
La situación esparticularmente tensa en la Araucanía, tierra donde se concentra una gran parte de los aborígenes, que no son muchos, porque apenas millón y medio quedan vivos de una población que era mucho mayor, con ramificaciones en la vecina Argentina.
Por supuesta, Piñera tiene mucha culpa con lo que pasa a esta población virtualmente abandonada, menospreciada por los medos masivos, entre ellos algunos que se dicen progresistas.
Han sido siglos de colonialismo y el posterior bandidaje capitalista que, en la etapa del neoliberalismo, dejaron virtualmente sin espacio a los mapuches, quienes habitan principalmente en las zonas meridionales argentinas y chilenas, y en estas últimas, como apuntamos, los han querido inútilmente desaparecer.
Si en los anteriores gobiernos de entes que se decían socialistas, pero no lo eran, existía una política equivocada hacia los mapuches, ahora, con un régimen desbocado por la pandemia de la COVID-19, hace a los habitantes autóctonos blanco de la violencia, mezclada con la xenofobia, en tanto la gran prensa los ha querido condenar a la invisibilidad.

 

REPRESIÓN COMO RESPUESTA

 
La represión ha sido la respuesta a sus manifestaciones de restitución de tierras ancestrales que fueron vendidas a terratenientes, empresarios locales o extranjeros, en tanto resisten al avance del latifundio emprendido por entes forestales, petroleros y mineros.
Aún repercute la muerte de mapuches a manos de los carabineros, estela luctuosa iniciada en la zona de la Araucanía, en la denominada Novena Región, donde Facundo Mendoza Collía, de 24 años, fue asesinado por la espalda, cuando ocupaba, junto a otros indígenas, un latifundio.
Se trató de hacer creer que se había emboscado a los uniformados, pero informes periciales demostraron lo contrario.
Comentarios de la prensa occidental han tratado de vincular a los mapuches con los combatientes colombianos, los zapatistas mexicanos y otros elementos vinculados a acciones violentas, pero nada de esto es cierto.
Las comunidades reclaman no ser juzgadas por la aún vigente Ley Antiterrorista, creada en la dictadura de Pinochet, que se encargaba de criminalizar a opositores de izquierda.
Para entender mejor el conflicto, veamos estas declaraciones de Francisco Huenchemilla, ex alcalde de Temuco, al periódico mapuche “Azquintuwe”:
“Hay un conflicto entre el Estado, el pueblo mapuche y la sociedad chilena. Básicamente, es un problema social, histórico y político. El problema profundo es que el Estado chileno redujo y aplastó al mundo mapuche, le quitó su territorio y lo convirtió en campesino pobre y discriminado. Eso ocurrió a partir de 1881, desde la fundación de Temuco. Hoy existen nuevas generaciones de mapuches que han empezado a despertar y han desarrollado planteamientos más estratégicos para su relación con el Estado”.
A veces se trata el problema mapuche como si fuera una simple cuestión de pobreza y de orden público, y no se va al fondo del problema.
Y es porque no es un problema local, sino que se presenta, con esta u otras comunidades en América Latina.

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