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Mala espina

7 de agosto de 2017

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Así fue la sensación que tuve al conocer que el hoy presidente de Perú, Pedro Pablo Kuzcinsky PPK), siendo ex ministro, recibió valijas con dinero procedentes de Venezuela para utilizarlo en su campaña electoral, sin que se cumpliera el requisito de ir a la Fiscalía, cuestión que había prometido, cuando se conoció el nebuloso hecho.
Quizás ello lo vincule con sus espléndidos nexos con la oligarquía venezolana y el triste papel de vanguardia que asumió en los ataques que la Organización de Estados Americanos emprendió contra el Gobierno Bolivariano.
PPK, un hombre de la elite, nunca tuvo contacto con el pueblo, el cual lo eligió para evitar la asunción de Keiko Fujimori, hija del ex dictador Alberto Fujimori, quien cumple un condena de 25 años de prisión, por delitos que van desde el lavado de dinero hasta el genocidio de opositores políticos e ideológicos, en el marco de una supuesta lucha contra la delincuencia.
De los errores ajenos nace la popularidad fujimorista, con una prensa que encubrió crímenes mediante el pretexto de lograr la seguridad del país, sin contar con la compra de periodistas y una extendida corrupción que ha permeado durante años la gobernanza peruana.
Los logros, mayores y menores, en los ámbitos de la educación y la salud, logrados en el anterior gobierno de Ollanta Humala, hoy han sido casi borrados, al tiempo que se suceden manifestaciones y huelgas de casi dos meses de duración protagonizadas por trabajadores de la salud y la educación, que demandan mejoras salariales y laborales.
Simplemente, PPK, como sus socios de Brasil y Argentina, ha decidido darle un impulso a la privatización y convertir en negocio algo tan vital para la población como la salud y la educación.
En este contexto se ha buscado el apoyo de su presuntacontrincante, Keiko, a la que prometió, y ha tratado de cumplir, sin éxito hasta ahora, sacar a su padre de prisión y recluirlo domiciliariamente, bajo principoios humanistas, algo que ni Fujimori ni PPK han observado con la población.
De Fujimori ya se conocen sus ocho años de lacras, y PPK no tiene muchos aspectos conocidos al efecto, independientemente de lo enunciado al principio, aunque el mal corrompe desde la Fiscalía hasta la Policía, desde el legislativo hasta los gobiernos regionales y locales.
Quizás el “menos malo” de los gobernantes peruanos de los últimos tiempos fue Ollanta Humala, quien fue condenado a 18 meses de prisión preventiva por lavado de dinero, junto a su esposa Nadine Heredia, probablemente mucho más culpable que él, quien pidió la revisión de su caso.
Aunque mantuvo en general una popularidad mayor a la de sus predecesores, no supo o no pudo enfrentar un sinnúmero de conflictos gremiales, encabezados por miles de trabajadores que exigían el fin de la política neoliberal de privilegio a sectores encumbrados predominantes en la economía.
En ello ha tenido que ver el compromiso con la Alianza del Pacífico, lo cual conspiro contra una labor que si ha sido efectiva en una inclusión social que antes prácticamente no existía, y ahora PPK se encarga de hacerla desparecer totalmente.
También Kuzcynski ha emprendido la tarea de eliminar el programa creado por Ollanta denominado Qali Warma, que comprendía la universalización de la alimentación escolar, así como Cunba Más, Beca 18, es decir todo lo positivo en aras, de sacar más ganancias y avanzar en la privatización de la salud y la educación.

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