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Maduro, cada vez más

29 de noviembre de 2013

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Decidido a no dar espacio a una contrarrevolución amenazante y envalentonada ante la triste desaparición física de Hugo Chávez y los ajustados resultados de la más reciente elección presidencial, el jefe de gobierno de Venezuela, Nicolás Maduro, está llevando hasta las últimas consecuencias la lucha contra una corrupción entronizada, que pretende restar apoyo y dar al traste con el proceso revolucionario bolivariano.
A los intentos opositores para frenar la elaboración de leyes de beneficio a la población, se ha respondido con las habilitantes, para intensificar ese constante golpeo a la corrupción, muy diferentes a las empleadas por los golpistas hondureños, afines a los intereses extranjeros y a los latifundistas locales.
En este contexto, mientras manifestaciones opositoras salen a las calles para protestar contra la gestión del gobierno, ministros y personalidades se trasladaban a centros comerciales de todo el país para liderar inspecciones de precios e iniciar la inscripción de un registro único de los pequeños y medianos comerciantes, a los que, como se ha anunciado, se les “protegerá del gran capital”, precisamente el ente que se defiende en las demostraciones contra Maduro.
El Presidente explicó hace unos días que “vamos progresivamente derrumbando los muros de una antieconomía que se nos impuso”, y anunció “el nuevo mecanismo de administración de las divisas del país, de manera directa y transparente, con prioridades”.
Expuso que se bajará el precio de los arrendamientos que pagan los medianos y pequeños comerciantes, así como que se hará público el listado íntegro de las empresas que recibieron divisas, “porque, destacó, vamos a iniciar un proceso de auditoría hasta el último dólar que se entregó, por lo menos este año, y luego vamos a una auditoría a fondo”.
Luego de su asunción presidencial, con una votación no tan amplia como la que obtenía Hugo Chávez, pero superior al del candidato del Imperio, Henrique Capriles, Maduro hizo realidad la determinación del gobierno bolivariano venezolano -el primero chavista- de copar hasta el último rincón de la nación sudamericana para llevar la verdad, conocer de primera mano cada problema, enfrentar el burocratismo, la corrupción y la delincuencia, y lograr la eficiencia en todos los órdenes, algo indispensable para ganar la indispensable batalla ideológica de construcción del socialismo.
No es una tarea fácil, porque se enfrenta a un enemigo vengativo y con un odio visceral a los revolucionarios, con un gran poder económico, dominio de la mayor parte de los medios de comunicación y que no cesa en sus campañas para crear la inseguridad ciudadana.
El proceso revolucionario bolivariano ha tenido en estos casi 14 años importantes logros, pese a estar signado por las constantes agresiones de la oposición venezolana, antes con el apoyo de la administración de George W. Bush y ahora la del presidente Barack Obama.
Pero se requiere de mucho más, y así lo comprende un proceso que madura con Maduro, con un debate que pasa por la construcción de una sociedad con valores éticos y morales, y de rechazo al consumismo.

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