Luz al final del túnel
19 de mayo de 2025
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Unas semanas antes de que Donald Trump asumiera por segunda vez la presidencia de Estados Unidos, una de sus más reiteradas promesas era la de asegurar que «al día siguiente terminaría la guerra en Urania».
Era su forma egocéntrica y mediática característica de subestimar al resto de los seres humanos, incluyendo, por supuesto, a los mandatarios ruso y ¡ucraniano.
Otro tanto ha hecho con la masacre israelí contra los palestinos, que, según su promesa «terminaría de inmediato».
Luego, ya instalado en la Casa Blanca, subió a los primeros planos de su agenda el tema de los «emigrantes»: «serán deportados, de inmediato, millones de ellos», aseguró.
Paralelamente, el tema preferido ha sido el de los aranceles. Y, junto a los Marco Rubio y otros personajes cercanos, ha llevado esta guerra arancelaria a todo el planeta.
En la primera de las promesas, el cese de la guerra en Ucrania, la buena nueva fueron las conversaciones directas entre Moscú y Kiev en Estambul, Turquía, en días recientes.
Se trata del primero de los encuentros en los últimos tres años, y, aunque solo duró dos horas y aves de mal agüero trataron de llevarlo a su descarrilamiento, ha sido evaluado positivamente por Rusia, y Estados Unidos ha coincidido con esa apreciación. El jefe de la delegación enviada por el presidente Putin, enumeró tres aspectos válidos de la reunión. El primero de ellos es que en los próximos días se procederá al intercambio de prisioneros a gran escala (mil rusos y mil ucranianos).
De igual forma, la parte ucraniana ha solicitado conversaciones directas entre los jefes de los dos estados y se acordó que cada parte presente su visión de un posible alto al fuego y se expongan los detalles del mismo, tras lo cual se producirían nuevas negociaciones entre ambas partes.
No se trata, como era lógico esperar, que de una vez se solucionara el problema, pero sí un acercamiento necesario para trazar el futuro en las relaciones entre Moscú y Kiev.
Tanto, algunos funcionarios rusos como estadounidenses, han planteado el interés de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, influya de manera positiva en la solución de la guerra, siempre teniendo en cuenta las causas de ésta, y el papel de la OTAN que acerca cada vez más sus tropas al territorio ruso.
Y, aunque Trump ha cuestionado al gobierno de Kiev por la multimillonaria inversión de su país en esa guerra, sin resultado alguno, las sanciones estadounidenses y europeas contra Moscú, no han sido suspendidas, sino más bien renovadas.
Incluso, en el caso de la Unión Europea y de la mayoría de los gobiernos de esa región, las medidas sancionadoras contra Moscú, principalmente las relacionadas con la compra de petróleo y gas, han ido totalmente, contra los pueblos, perjudicados por la falta de garantía de esos productos para mitigar el invierno y mantener cobertura segura a precios muy bajos.
En cuanto a la OTAN, por cierto, involucrada por estos días en graves hechos de corrupción, ha sido más bien beneficiada con el derroche de armamentos suministrados por Estados Unidos y países de la Unión Europea, que también buscan sus ganancias a costa de la guerra en Ucrania y quienes la estimulan desde los centros de poder.
Una conversación telefónica entre Trump y Putin, que ahora parece firme para los primeros días de esta semana, pudiera elevar el nivel de seguridad en cuanto a que a través del diálogo se consiga la paz verdadera entre Rusia y Ucrania, como una realidad y no un simple ejercicio político con componentes alejados de toda posibilidad.
Las cartas están sobre la mesa. Esperemos que el vencedor no sea el Complejo Militar estadounidense sino los pueblos ruso y ucraniano, que han aportado ya cientos de miles de muertos y heridos en esta guerra.
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