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Luto sostenido

5 de enero de 2015

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Controvertido, pero honesto y fiel a sus creencias, el excelente cantante norteamericano Johnny Cash prefirió siempre vestir de negro, porque llevaba en la mente a la guerra de Vietnam, a la que calificó de dolorosa: “Cuando la guerra termine, no veo muchas razones por las que cambiar mi opinión. Los ancianos siguen descuidados, los pobres siguen siendo pobres, los jóvenes siguen muriendo antes de tiempo, y no nos movemos para hacer las cosas bien”.
A Cash, como a otros jóvenes de su época, la información distorsionada no le dejaba ver, sin embargo, que en ninguna otra parte como en la guerra de Vietnam se vieron tan definidos los límites del imperio norteamericano.
En aquella guerra, EE.UU. retomó lo que había sido una conflagración colonial de Francia, bloqueó unas elecciones, ocupando el país según los acuerdos de Ginebra de 1954, y dividió Vietnam en dos, creando un régimen títere en el sur. En los 60, se produjo una llegada masiva de tropas estadounidenses en lo que se convirtió en la invasión y ocupación del sur.
Incapaz de ganar una guerra de guerrillas, a pesar de emplear dos veces más capacidad explosiva que la empleada en toda la Segunda Guerra Mundial, y de los millones de vietnamitas que asesinó, asumió su incapacidad para “levantar una nación” con un régimen corrupto.
Obligado por la imparable ofensiva militar de las fuerzas patrióticas, el creciente malestar de su propia opinión pública y la incipiente rebelión entre el escalafón mas bajo de sus propias filas, se retiró de la zona, bajo el pretexto de la “vietnamización” de la guerra.

 

SÍNDROME DE VIETNAM

 

Las turbulencias en la balanza de pagos de EE.UU. durante este periodo contribuyeron a que disminuyera la hegemonía del dólar estadounidense como moneda global, y supuso el fin del patrón dólar-oro.
Décadas después de su retirada de Vietnam, la capacidad de intervención militar de EE.UU. se vio afectada por lo que los expertos llaman el “Síndrome de Vietnam”, que se basa en la falta de voluntad de la población estadounidense para comprometerse en intervenciones militares de cierta envergadura en el extranjero. La guerra en Vietnam, como otras guerras imperiales, reveló la lógica y límites de la potencia imperial.
A menudo se trata de hacer creer que Estados Unidos no tenía intereses económicos significativos en Vietnam que justificaran una mayor intervención allí. Niall Ferguson, profesor de historia económica en la Universidad de Nueva York y miembro honorario de la Institución Hoover, declara en su libro, Coloso: el precio del imperio americano, que “EE.UU. perdió prestigio y credibilidad. Ese fue el motivo por el que todo lo demás también se perdió”.
En realidad, los objetivos norteamericanos eran el mantenimiento del imperialismo como sistema. En su más amplio sentido, esto comprende objetivos que se han agrupado tradicionalmente bajo el epígrafe de “geopolíticos”, por los cuales se sitúan los requerimientos económicos, políticos y militares del Imperio en un contexto estratégico que toma en cuenta los recursos geográficos, demográficos y naturales de determinadas regiones.
Tal comprensión geopolítica de la expansión imperial y la defensa de su rumbo está, por supuesto, completamente de acuerdo con la necesidad de una expansión lo mas grande posible de la economía capitalista mundial.
La guerra de Vietnam ilustra a la perfección la importancia de tales objetivos geoestratégicos. La intervención de EE.UU. tenía como objetivo el control de la costa del Pacífico, y con ello rodear y “contener” a China, como parte integrada en una estrategia general de dominación de los “bordes” de Eurasia: Europa Occidental, la costa del Pacífico y el Medio Oriente.
Las principales alianzas militares estadounidenses se realizaron en estos territorios, y a ellos destinaron la mayoría de sus recursos, para establecer y mantener una presencia militar. Representaban de hecho las fronteras del sistema imperialista, en el cual Estados Unidos era el poder hegemónico, por lo que hablamos de los límites ampliamente construidos por el imperio norteamericano.
Desde este punto de vista, el enorme compromiso de EE.UU. para asegurar Vietnam, como parte de su esfera imperial (un compromiso mantenido por cinco sucesivos presidentes de ambos partidos) no resultaba tan irracional, sino que formaba parte de una estrategia global.
Para la clase dominante de EE.UU., sus estrategas y sus militares, la derrota en Vietnam se recuerda como un fracaso mayúsculo a la hora de defender sus intereses.
Causó una retirada parcial del escenario mundial, que luego se retomó para combatir a gobiernos progresistas y a los crecientes movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo, llevando el luto a millones de seres inocentes y a un gran número de familias en una nación donde, como expresara Johnny Cash, “los ancianos siguen descuidados, los pobres siguen siendo pobres, los jóven

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