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Los que votaron Sí y los que dijeron No

17 de julio de 2017

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Una vez más, en el contexto internacional de Naciones Unidas, se puso de manifiesto la diferencia de pensamientos entre un grupo de países, en este caso los que tienen armas nucleares, y la otra mayoría de estados que piden abolir ese armamento tan destructivo.

Resulta que la Asamblea General sometió a votación un tratado para la prohibición del armamento nuclear. En un hecho histórico, 122 estados votaron a favor de eliminar esas armas, mientras que todos los países que las poseen, se opusieron al tratado.

El juego político de la superpotencia estadounidense encabezó no solo la lista de los votantes en contra, sino que acudió a la ya acostumbrada matriz de opinión relacionada con la supuesta amenaza de Corea del Norte, nación que ha desarrollado su potencial militar nuclear.

No se mencionó para nada, como era de esperar, que Israel posee más de 30 ojivas nucleares y que ha amenazado con ataques contra Irán, además de no permitir que la Organización Internacional de Energía monitoree los lugares donde el gobierno sionista de Tel Aviv las tiene instaladas.

Al respecto pienso que el tema de Corea del Norte no puede ser un pretexto serio para que no se rubrique el documento y de una vez y por todas, nuestro mundo civilizado deje de vivir en la zozobra de que pueda estallar uno de esos artefactos letales.

Sería mucho más sensato que las potencias nucleares acepten el acuerdo y con ello obliguen a Corea del Norte y también a Israel, a dejar libre su territorio de esas armas.

La iniciativa votada en ONU no recibió el Sí de los gobiernos de Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel; todos ellos poseedores de la tecnología para el uso de la energía nuclear con fines bélicos.

Y al no ser partes firmantes de este tratado, estos países no estarán sometidos a las regulaciones establecidas en el mismo.

Una vez que se aprobó el documento, hubo tres potencias nucleares, Estados Unidos, Reino Unido y Francia que, además de manifestar su rechazo, aseguraron no tener intención alguna de apoyarlo en el futuro.

De todas formas, estos cubos de agua helada caídos sobre las cabezas de los representantes de la mayoría de los países, es algo que acostumbra a suceder en la ONU.

Y si algún país conoce de eso, es Cuba, al que Washington le impone un genocida bloqueo por más de 50 años y que ha sido condenado cada año por la inmensa mayoría de los Estados del planeta que exigen su erradicación, pero que sigue presente, cada vez con mayor fuerza, a espaldas de la comunidad internacional y del propio pueblo estadounidense.

El Tratado aprobado en la reciente sesión de la Asamblea General de la ONU, se pondrá a disposición de cada Estado que quiera firmarlo a partir del 20 de septiembre próximo, y solo entrará en vigor cuando sea ratificado por no menos de 50 países.

De todas maneras, el hecho de que las potencias nucleares hayan desaprobado el documento y que sea en la Asamblea General y no en el Consejo de Seguridad, donde se diga Si o se diga No, lo convierte en una batalla perdida de antemano.

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