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Los que perdieron la apuesta

26 de septiembre de 2022

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Como tiñosas a la caza de las carroñas, los agoreros del mal, los odiadores que no paran de contar los días de vida que le quedan al proyecto de la Revolución Cubana, apostaron a difamar y cuando menos ignorar, el Código de Familia que se sometía a referendo en la Isla valiente que asumía el reto con la misma fortaleza que lo ha hecho con cada obra que se ha propuesto levantar, siempre en medio de condiciones adversas.

Los había muy seguros —tanto en las llamadas redes sociales, usadas para ejercer el mal y llamar al apocalipsis— como servidores, en lo interno, de las indicaciones —y por qué no, de algunos dolaritos— que venían desde Miami.

El domingo, con una tormenta muy cercana y su seguro azote en la parte occidental de la Isla, los que apostaban por el fracaso en las urnas, batieron palmas, aquí y allá, pues pensaron y hasta la naturaleza les ayudaría a que uno u otro faltara a la cita con las urnas. Hasta se creyeron que el «momento había llegado».

Me los imagino en la noche del domingo, cuando el cómputo final se demoraba por las circunstancias lógicas de dificultades con la comunicación o el transporte en alguno que otro municipio donde ya las lluvias eran intensas.

Al fin llegó la mañana del lunes y el parte esperado nos mostraba la victoria del SI, con un 66,87%, sobre el No, un 33%.

Confieso que en lo personal, pensé que la cifra del SI sería mayor, aún consciente de las más variadas circunstancias que puedan motivar el voto negativo: las dificultades económicas, los apagones derivados de ellas, la inflación en los productos alimentarios de oferta y demanda, la amenaza de un ciclón y, no menos significativo, la feroz campaña que, desde Estados Unidos y alguna que otra capital europea, se entronizó contra el Código de las  Familias y contra todo lo que huela a proyecto revolucionario cubano.

También he conocido de personas que, por no estar de acuerdo con una palabra, una oración, un párrafo o un concepto aparecido en alguna parte del texto, consideran entonces, que deben vetar el texto completo y entonces la cruz aparece en el No.

Veo este proceso que nos llevó a la actualidad, cuando ya el Código es ley, como un aprendizaje que tendrá ahora una etapa de concreción práctica de cada uno de sus acápites. Seguro estoy que será un largo camino, que transitará de una generación a otra, y donde los nuevos exponentes de cada familia, agradecerán la idea y el contenido de un documento que se convierte en práctica cotidiana en la formación de valores y en consolidación de lo ya aprendido por cada persona.

Ahora, como ha sido antes y será en el futuro, los que han apostado siempre por la derrota de cada avance en la obra revolucionaria cubana, tendrán que tragarse su odio y sus ilusiones perversas.

El pueblo ha dicho SI y no permitirá nunca que esa afirmación transite por algún camino equivocado, aunque para ello haya que abolir mucha maleza y corregir muchos trechos hasta conquistar la meta trazada.

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