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¿Los misterios de Colombia?

6 de octubre de 2016

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Historiadores colombianos –que los hay muchos y muy buenos– así como otros estudiosos que han profundizado en la compleja trayectoria de esa República desde su surgimiento y sus diversas etapas, coinciden en el alto grado de complicación que en ellos se evidencia a cada paso, desembocando en sucesivos conflictos armados con su saga de sangre y violencia, desde el lejano siglo XIX.

Un factor que ha gravitado con fuerza en esa historia, desde el principio, es el carácter rapaz, voraz y depredador de un vasto sector de la oligarquía latifundista colombiana –sobre todo cafetera y ganadera–, que no se resigna a la idea de perder un solo de los privilegios y fuentes de enriquecimiento que ha detentado hasta hoy.

Si examinamos la historia colombiana percibimos de inmediato que este es un fenómeno presente, que transitó desde la colonia hasta los orígenes republicanos, al que se le han sumado otros como la injerencia imperialista de Estados Unidos y los inherentes al neoliberalismo en su variante más salvaje, como corresponde al mundo subdesarrollado.

Es necesario tener en cuenta todos esos antecedentes antes de intentar llegar a conclusiones más o menos acertadas sobre los resultados del reciente plebiscito que debía decir sí o no a los acuerdos de paz suscritos por el gobierno colombiano y las FARC-EP, tras cuatro años de arduos diálogos y negociaciones.

Un punto sobresaliente, de inicio, es la elevada abstención que superó al 50 por ciento, estando en juego este tema tan crucial y determinante para hallar una salida y una perspectiva de paz al futuro del país.

Poco más del 30 por ciento acudió a las urnas y de esa cantidad prácticamente la mitad optó por una de las dos posiciones, lo cual arrojó algo más del 15 por ciento tanto al no como al sí: una cifra evidentemente poco significativa para cada uno de los casos.

Un análisis precipitado o simplista de los resultados del plebiscito puede hacer llegar a la conclusión errónea de que los colombianos no quieren la paz, lo cual es absurdo, falso y descabellado y es lo que la extrema derecha oligárquica pretende hacer ver ahora.

No es casualidad que en los departamentos y territorios que han sido escenarios más cruentos de los enfrentamientos armados la opción por el si resultara abrumadoramente mayoritaria.

En las grandes ciudades, por ejemplo, prevaleció la opción del no pues han sido zonas menos afectadas por la violencia, de una mayor composición social oligárquica y de clase media alta, así como más influenciadas por los grandes medios de comunicación al servicio de esa propia oligarquía.

Los sectores más recalcitrantes y reaccionarios dicen no estar contra la paz, sino contra los acuerdos de paz en la forma en que fueron suscritos: todo eso no es más que una gran mentira. Lo que ha ocurrido es que por primera vez en la historia de Colombia ellos quedaron fuera de las grandes decisiones que apuntan al futuro y eso no es poca cosa.

La más rancia oligarquía colombiana hará todo lo que esté a su alcance para evitar el cumplimiento de los acuerdos de paz.

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