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Los “golpes de estado”: crisis del derecho internacional

10 de abril de 2017

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La humanidad toda acaba de presenciar, entre anonadada, escandalizada y aterrorizada, la ejecución de dos virtuales “golpes de estado” en el seno de organizaciones internacionales donde debían prevalecer los principios y convenciones tutelares del derecho internacional, la igualdad jurídica de los Estados y todas las regulaciones que contemplan la existencia de un estado de derecho a escala planetaria.

Por el contrario, el derecho internacional vive un peligroso momento de profunda crisis: las Cartas fundacionales que rigen la actividad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados Americanos (OEA) –desprestigiada entelequia convertida en Ministerio de Colonias yanqui desde sus inicios– han quedado hechas trizas desde el seno de esas propias instituciones, donde mejor debía velarse por su aplicación justa y estricto cumplimiento.

Aunque en sus formas estos “golpes de estado” en la ONU y en la OEA no han sido exactamente similares, si lo han sido en cuanto a los resultados o intenciones, revelando ambos su ilegitimidad, inmoralidad, violatorios de cuanto legal y moral establecen las Cartas fundacionales en los dos casos.

En cuanto a las Naciones Unidas, el gobierno imperialista de Estados Unidos repite esta vez el desconocimiento absoluto y prepotente que ya había hecho gala el régimen de Bush hijo, lanzando ahora una sorpresiva agresión coheteril contra Siria –país al que formalmente nunca ha declarado la guerra– ignorando y despreciando cuantas regulaciones, límites y procedimientos establece la Carta de la ONU para poder llegar a tal acción punitiva.

Al esgrimir la ley de la selva para hallar la solución a complejos problemas internacionales como los que hoy azotan al Medio Oriente, Washington se desenmascara con este tipo de agresión en rechazo a cualquier negociación política hacia la paz, y confirma la sospecha generalizada de que –en realidad– es quien apoya y alienta el terrorismo internacionales mueve subrepticiamente los hilos que manejan a esos grupos criminales, en aras de sus intereses geopolíticos imperiales.

Sobre la caricaturesca y ridícula OEA no hay mucho más que decir, pues ha evidenciado ya suficientemente sus debilidades y miserias desde que los yanquis la fabricaron en 1948. En esta ocasión, sin embargo, merecería señalar que esta vieja maquinaria promotora de golpes de estado inspirados por Estados Unidos contra todos los gobiernos latinoamericanos considerados “incómodos”, efectuó ahora un cuartelazo interno en su propio seno, cuando el dúctil secretario Almagro y sus cómplices se atrevieron a arrebatarle a Bolivia y a Haití los cargos pro témpore que les correspondían para presidir el Consejo Permanente. ¡Así es la OEA!

En este caso, solo pudiera añadirse que se sigue adelante por el camino de la sumisión, el injerencismo y la autodestrucción. Todo el proceso de pretendido enjuiciamiento al gobierno constitucional de Venezuela no es más que un claro ejemplo de lo anterior.

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