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Los equivocados de siempre

26 de marzo de 2016

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Semanas atrás, algunos medios de prensa en Miami, reportaron la presencia en esa ciudad del sur de la Florida, de media decena de “opositores” cubanos que fueron a recibir instrucciones y dinero, mucho dinero, para boicotear la visita a Cuba del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El corre-corre tiene sus génesis en el temor de los que están allá y también los pocos de acá, de que los “nuevos aires” en las relaciones bilaterales, los dejen sin el sustento de años, pagados como mercenarios para tratar de desestabilizar a la Isla.
Unos días antes de la llegada a La Habana del mandatario del vecino país, los “instruidos y bien pagados” mercenarios, ya habían regresado a la nación que los vio nacer, como si los cubanos no supiéramos que “brindar servicios a una potencia extranjera a cambio de dinero”, es penado por las leyes de casi todos los Estados del mundo y que algún que otro periodista foráneo parece ignorar cuando pregunta por los “presos políticos” en Cuba.
Pero los escuálidos instruidos y sufragados en Miami hicieron una vez más el ridículo, pues los visitantes, en primer lugar el mandatario Barack Obama y su familia, se encontraron en Cuba a un país totalmente estable, tranquilo, sin chorros de agua o palizas a los que disienten y tampoco a quienes se habían propuesto alterar el orden durante el programa del Presidente norteamericano.
Se equivocaron una vez más cuando apostaron a cambiar la imagen diaria de Cuba. A quienes aseguraban que aquí no se le dejaría hablar al visitante, que las calles habaneras estarían llenas de “opositores” o que no habría la seguridad requerida para dar cobertura a tan importante visita se quedaron con las ganas.
Obama, su familia y su comitiva, pudieron percatarse de la Cuba real, la Isla tranquila, de gente trabajadora; de jóvenes comprometidos con el proyecto y preparados para su continuidad.
Obama pudo haber visto más, pero el tiempo de la visita fue muy corto. Pudo haber salido de la capital y observar que la tranquilidad aquí es la misma que en cualquier otra provincia, ciudad, pueblo o asentamiento campesino.
Pudo haber visitado una escuela o una fábrica; un campo de tabaco pinareño o una cooperativa agrícola que produce para un pueblo que se esmera en perfeccionar la obra, hacerla más completa, donde cada ciudadano se sienta dueño y como tal aporte a las necesidades del colectivo.
Pudo el mandatario visitar nuestras bellas playas y disfrutar de las instalaciones turísticas. Conversar con los miles de turistas foráneos y también cubanos que ocupan hoy una gran parte del parque hotelero del país, incluyendo casas, hostales y otros espacios particulares.
Igual que cenó en una paladar, pudo haberlo hecho en la Bodeguita del Medio o el Floridita, símbolos de la cubanía culinaria y muy identificados con la presencia en Cuba del gran escritor norteamericano Ernest Hemingway.
Pienso, en lo particular, que tanto Obama como su familia y quienes lo acompañaron en su viaje a Cuba, sean republicanos o demócratas, pudieron percatarse de que estaban en un país noble, culto, que sabe escuchar, que respeta el criterio de quienes puedan disentir; donde desde 1959 no se conoció más nunca en la vida el hecho de una manifestación reprimida; donde todos, niños, niñas y jóvenes tienen su educación garantizada, de calidad y gratuita; a todos, incluso a esos mercenarios que fueron a Miami a buscar “órdenes y dinero” se les brindan servicios de salud de alta calidad y sin costo alguno.
No pudieron ver, porque no existe, la más mínima violación del derecho humano de una persona; como tampoco la presencia aquí de terroristas como los que se pasean por Miami encabezados por Luis Posada Carriles; ese que la historia no podrá borrar por tener sus manos manchadas de sangre de cubanos y extranjeros muertos en la voladura del avión de Cubana en Barbados.
Los que viajaron a Miami y hasta recibieron instrucciones de personajes muy cercanos a Posada Carriles; los que querían sabotear la visita de Obama y desestabilizar el orden en Cuba, una vez más hicieron el papel de lo que son: mercenarios, que de ninguna forma podrán levantar cabeza en esta Isla que, como diría el propio presidente Obama, vive orgullosa de lo que es.

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