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Los “desaparecidos” africanos

12 de marzo de 2019

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Ahogados en el mar, esclavizados dentro y fuera de su continente, explotados sin miseria en su mayoría cuando logran establecerse en la rica Europa expoliadora, los africanos viven en general en un constante drama, huyendo desesperados de la pobreza y el hambre, acrecentada por los desastres naturales y los conflictos bélicos.

Lo anterior es verdad, pero la causa más profunda de esta masiva escapada, es el saqueo sistemático de las materias primas africanas por las multinacionales y los grandes poderes financieros extranjeros y locales. Y en ese proceso de expoliación de los recursos, frecuentemente con métodos violentos, se hace imposible la vida de la gente, que huye de sus tierras y países.

En África están el 97% de las reservas mundiales de cobre, el 80% de las de coltán (abreviación de columbita-tantalita), el 50% de las de cobalto, el 57% de las de oro, el 20% de las de hierro y cobre, el 23% de las de uranio y fosfatos, el 32% de las de manganeso, el 41% de las de vanadio, el 49% de las de platino, el 60% de las de diamantes, el 14% de las de petróleo, el 66% de la cromita…

Buena parte de los minerales citados son imprescindibles para las industrias de aeronáutica, exploración espacial, automovilística, telecomunicaciones, informática, armas inteligentes, videojuegos, e incluso medicina. De ellos depende que nosotros tengamos ordenadores y móviles. Y con frecuencia esos minerales son extraídos de las minas por niños y niñas que trabajan en condiciones infrahumanas.

Además, África suma el 12,5% de la producción mundial de petróleo. También tiene el 65% de las tierras cultivables del planeta. Produce, y en muchos casos exporta, cereales, cacao, algodón, maní, aceite de palma, café. Pero la mayor parte de estos recursos están sub-explotados o concedidos a empresas extranjeras. Es una paradoja que muchos países africanos, dramáticamente acosados por el hambre, estén garantizando la seguridad alimentaria a poblaciones de otros continentes y enriqueciendo a especuladores.

En la costa de África occidental (Mauritania, Senegal, Gambia…) abunda el pescado, y allí se han asentado grandes empresas transnacionales para producir harina de pescado, negocio que pone en peligro la supervivencia de las comunidades costeras.

 

“Ajuste estructural”

A finales del siglo XX, ante la imposibilidad de que los países africanos (y otros) pagaran su deuda, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial inventaron el “ajuste estructural”. Fue así como, en plena orgía privatizadora, los países occidentales se lanzaron al floreciente mercado de materias primas africano, a través de las grandes multinacionales mineras. Casi todas las minas africanas fueron privatizadas. Algo similar ocurrió con el sector de los hidrocarburos.

Actualmente, entre el 60% y el 80% del valor de las exportaciones de los países africanos corresponde a materias primas, y sus importaciones son productos manufacturados. África carece de una industria propia.

Su riqueza se queda entre las multinacionales mineras, petroleras, agrícolas, pesqueras…, los gobiernos y las élites locales, los señores de la guerra. Por eso, 38 de los 54 países africanos se encuentran entre los 50 países menos desarrollados del mundo. Hay en el continente 256 millones de hambrientos, es decir, el 21% de sus 1 200 millones de habitantes.

Países potencialmente ricos como la República Democrática del Congo, Nigeria, Angola, Ghana, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, Níger, etc. tienen a la mayoría de sus habitantes sumidos en la pobreza, fruto de la desesperante desigualdad. Para las poblaciones locales, la actividad minera implica la expropiación de tierras de cultivo, la reubicación de pueblos enteros, la contaminación del agua por el cianuro, el deterioro de la salud. Es decir, un mayor empobrecimiento.

Las riquezas que alberga África han sido la causa de innumerables conflictos y guerras, y detrás de esos conflictos suelen estar las potencias de Occidente y las trasnacionales que se disputan las materias primas. Pero esto es sólo el principio de una mayor y triste historia.

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