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Los cantores de la guerra

1 de marzo de 2019

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El arte y la literatura han sido siempre, históricamente, instrumento de la paz y para la paz. Tal ha sido el papel jugado por los grandes artistas y creadores a lo largo de la historia de la humanidad, que pueden ejemplificarse en Pablo Picasso o en Charles Chaplin, por citar solo dos de los más relevantes.

Esta vez, sin embargo, tendremos que referirnos a un puñado que decidieron sumarse al bando de la guerra, traicionaron bochornosamente ese tradicional papel del arte –en este caso, de la música– como emisaria de la paz y vendieron de forma mercenaria ese arte que algunos de ellos representan con reconocida calidad profesional.

A cambio de cifras –según se dice– millonarias, estuvieron dispuestos a realizar la más indigna fechoría y se colocaron al servicio de una causa innoble que solo podría traer violencia y desgracia, además de su significación nefasta en el orden jurídico internacional, de la soberanía y las relaciones entre dos pueblos vecinos llamados a la convivencia pacífica y la cooperación, que están siendo azuzados uno contra otro por el Imperio depredador, enemigo común de todos.

Pueden ser calificados sin vacilación como “cantores de la guerra”,  pues fue así como se desempeñaron al hacerse cómplice de la provocación –felizmente frustrada– que tuvo lugar en la frontera entre Colombia y Venezuela hace pocos días, del lado colombiano.

Resulta evidente que fue la serenidad, disciplina y valor de los representativos de la Revolución Bolivariana lo que evitó la tragedia y mostró a los pueblos de ambos países, de América  Latina y del Caribe, dónde estaban los verdaderos culpables de la brutal maniobra que buscaba el enfrentamiento entre dos pueblos hermanos para facilitar la intervención del Imperio.

Estos bien llamados “cantores de la guerra” fueron cómplices y asalariados de semejante engendro por ponerse al servicio del crimen, y su público y los seguidores de su arte seguramente se lo tendrán en cuenta de ahora en adelante, si es que cada uno de ellos no pide disculpas públicamente y se arrepiente de haberse incorporado sin razón ni motivo a cambio de unos miserables dólares, al plan del Imperio y sus lacayos locales.

Por ignorancia o por ambición ultrajaron el carácter y la esencia noble y altruista del arte. Merecen repudio y lástima a la vez.

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