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Locura belicista

24 de agosto de 2022

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Rusia ha acudido, una vez más, al Consejo de Seguridad de la ONU, para advertir del peligro que corre la humanidad, si se continúa haciendo caso omiso a las provocativas acciones de bombardeo por parte de Ucrania contra la central nuclear de Zaporiyia.

La ONU, por supuesto, mientras sean los mismos que hacen las guerras los que tengan el poder de veto en el Consejo de Seguridad, no pasará de la acostumbrada retórica de los llamados al diálogo, sin  que hasta el día de hoy haya habido una sola condena a las administraciones de Estados Unidos.

Se trata de los gobiernos, que en diferentes épocas han sostenido hasta hoy a los mayores  fabricantes de armas y de guerras, los únicos que han empleado la bomba atómica contra los pueblos de Hiroshima y Nagasaki, y que ahora encabezan la cruzada anti rusa cuyo exponente más peligroso es el envío de todo tipo de armas a Ucrania y aplicar, junto a la Europa sumisa, las más severas sanciones contra Moscú.

La situación se torna más peligrosa aún, cuando se sabe que el Pentágono estadounidense emprendió los genocidas bombardeos contra la ex República de Yugoslavia, sin consultar a la ONU, y nunca fue sancionado por los miles de muertos, heridos y mutilados por el uso de uranio empobrecido en los cohetes y bombas lanzados contra la población civil yugoslava.

Esa realidad está aún fresca en la memoria de la humanidad, como lo están los bombardeos y la invasión contra Irak y el millón de muertos y heridos provocados por la aviación estadounidense; la guerra contra Afganistán, uno de los países más pobres del mundo y el actual saqueo del petróleo sirio por parte de Estados Unidos, los mismas que apoyan, financian y arman, a grupos terroristas que operan en territorio sirio.

En el caso de la guerra en Ucrania, Washington no ha apostado a su pronta solución y más bien se propone abiertamente, convertir el territorio de esa nación en un campo de experimento de acciones con todo tipo de armas dirigidas contra Rusia, sin importar para nada la población civil, conejillo de India en este gran desafío contra la convivencia humana.

La misión de Rusia ante la ONU, solicitó para este 23 de agosto una sesión urgente del Consejo de Seguridad de esa organización,  para tratar lo que calificó de «amenaza a la paz y la seguridad internacionales», derivada de «incesantes provocaciones ucranianas contra la central nuclear de Zaporiyia».

Los europeos, cuyos gobiernos apoyan la política estadounidense en torno a Ucrania, es decir, la de armar a esa nación y sancionar y desestabilizar a Rusia, deben tener presente que esa central nuclear es la mayor de Europa, que cuenta con seis reactores de agua presurizada y tiene una capacidad total de 6 000 megavatios, y que todo lo que suceda allí puede afectar a las nacciones cercanas del Viejo Continente, y en el peor de los casos que los componentes radiactivos puedan expandirse y actuar contra la vida millones de seres humanos.

Por su vital importancia, las fuerzas armadas rusas ocuparon desde el mes de marzo el entorno a la planta nuclear, con el objetivo de enfrentar las acciones militares ucranianas y evitar posibles fugas de materiales nucleares y radiactivos, según se constata en un despacho de Sputnik.

El llamado a la ONU y su Consejo de Seguridad debe convertirse en la exigencia universal para que se ponga fin al envio de armas a Kiev y también para que se restablezca el diálogo entre Rusia y Ucrania, donde prevalezca, no la arrogancia ni el apetito de la OTAN y Washington de cercar a Rusia y doblegarla, sino donde se garantice la seguridad a los habitantes rusos que viven en territorio ucraniano y se eviten provocaciones y amenazas contra Moscú.

No puede ser la solución, de ninguna manera, la propuesta del representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, quien acaba de proponer «la formación de una misión militar para entrenar a las fuerzas armadas ucranianas» y estar a la altura de hacer la guerra contra Rusia.

Eso es echar más leña al fuego. Irresponsable acción, más cuando hasta el presente, son los países europeos los más afectados por la política de sanciones contra Rusia, que es la garantía del gas  y petróleo seguro y a precios mucho más bajos que si lo compran allende los mares.

Corresponde también a los ciudadanos de los países europeos, valorar lo que hacen y cómo lo hacen las instituciones y gobiernos que hoy corren tras Estados Unidos y cumplen con las exigencias de enviar armas a Ucrania y a la vez sancionar económicamente a Rusia, sabiendo que el mercado de las armas es un gran negocio que solo beneficia a la industria militar estadounidense, y que, a la vez, son los ciudadanos europeos —ucranianos o no— las víctimas directas de esa locura belicista.

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