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Lo real es lo que no se ve

26 de octubre de 2015

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Uno de los tantos conceptos acertados contenidos en la obra de José Martí –Apóstol de la Independencia de Cuba e indispensable prócer y pensador de Nuestra América– nos dice que “en política, lo real es lo que no se ve”.

Y pocas veces como ahora esa apreciación martiana está vigente con más claridad si se observa el entorno mundial, tanto por regiones como al interior de algunos países de notable peso e influencia y en la evolución de complicadas situaciones y conflictos internacionales cuya verdadera esencia aparece generalmente oculta por acontecimientos puntuales que tratan de ocultarla o efectivamente lo logran.

Los grandes consorcios mundiales de la información –principalmente estadounidenses o radicados en ese país–, contribuyen sostenidamente con esos propósitos y mantienen a sus millones de consumidores bajo un ataque ideológico y propagandístico múltiple y sin precedentes, valiéndose hoy del desarrollo tecnológico de las comunicaciones.

Ellos contribuyen como nunca antes al ocultamiento, la manipulación e incluso la calumnia y dejan como resultado que los objetivos reales, sobre todo de las llamadas grandes “potencias occidentales”, permanezcan convenientemente expresados según sus objetivos.

A ello posiblemente se refería el presidente ruso Vladimir Putin cuando afirmó: “Siempre resulta difícil jugar un doble juego, decir que se lucha contra los terroristas y al mismo tiempo intentar usar a una parte de ellos para perseguir sus propios intereses”, añadiendo que “no hay que jugar con las palabras y clasificar a los terroristas en moderados y no moderados, ¿qué diferencia hay?”.

Un caso similar de manipulación de la verdad, ocultamiento y propagación de la confusión generalizada, con evidentes propósitos políticos e ideológicos se lleva a cabo en Brasil, a partir de la más reciente victoria electoral de la presidenta Dilma Rouseff y el Partido de los Trabajadores; el fracaso de la oligarquía y sus partidos desató la puesta en práctica de planes golpistas donde se ha llegado a reclamar la intervención militar –como en abril de 1964 contra el presidente constitucional Joao Goulart– en caso de seguir errando en sus intentos hasta ahora fallidos por la vía de los tribunales o del Congreso.

Tanto en Siria como en Brasil, por citar solo dos ejemplos de los más actuales, vemos confirmada con creces aquella previsión martiana y en estos casos con la más pérfida de las intenciones: tanto en uno como en otro, la realidad intenta ser ocultada para beneficio de los que se consideran poderosos o intocables, ya sea a escala internacional o local.

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