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Lo que África necesita

28 de mayo de 2020

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A lo largo de estos años, los dirigentes chinos han sido muy claros, y consecuentes, cuando han expuesto y reiterado que cualesquiera que sean los cambios que se produzcan en el mundo, la amistad de la República Popular con los países africanos no variará, porque su compromiso es apoyar el desarrollo económico y social del continente, o sea, lo que África necesita.

Ello ha quedado demostrado una vez más con el millonario apoyo de Beijing al combate de la epidemia del nuevo coronavirus, COVID-19, que se esparce rápidamente, debido a la débil infraestructura sanitaria, un abandono que se acrecienta con la herencia del colonialismo y la explotación neocolonial, y subsiste, debido a gobiernos irrelevantes, con dirigentes que no han sabido estar a la altura de sus pueblos.

Esta importante ayuda llega en un momento en que China, considerada por muchos motor de la economía mundial, por sus continuados avance y crecimiento –que será algo menor este año, por atender las consecuencias de la epidemia– no deja de ser ejemplo de cooperación entre los pueblos, aplicable a su continente, el nuestro y, sobretodo, África.

Prueba de esto son las conferencias ministeriales del Foro de Cooperación China-África, con resultados que molestan y preocupan a Occidente, que intensificó su propaganda de presentar a Beijing como neocolonialista, saqueador de las naciones africanas y manipulador de sus gobiernos, pero nada de esto es verdad.

Lo cierto es que la nación asiática está asumiendo en África el lugar de Occidente., que no ha estado jamás a la altura de una dirigencia china que promete y cumple con la profundización práctica de construir su capacidad financiera, con créditos preferenciales, y acometiendo (aquí sí “pega” el verbo) proyectos de energías renovable, además de eliminar las tarifas arancelarias sobre el 95% de los productos de las naciones más pobres, entre otras cuestiones.

Asimismo, otorga préstamos con bajo interés, diseñó proyectos de ayuda humanitaria, como la construcción de colegios rurales, hospitales y centros contra la malaria y para la formación de 15 000 profesionales; así como condonó la deuda en forma total o parcial a 35 naciones.

China ya tiene invertidos en África tanto dinero como Estados Unidos –extraoficialmente, unos 100 000 millones de dólares–, aunque con un sincero espíritu de cooperación, en tanto Washington y sus socios europeos usan al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como instrumentos de presión política. Estos ayudan a perpetuar los problemas estructurales heredados de la colonización. Recomiendan una estricta disciplina fiscal, que limita los presupuestos destinados a la salud y la educación, en tanto piden avances en la lucha contra la pobreza, con recetas neoliberales que agudizan la marginalidad social.

La Ley de Oportunidades y Crecimiento para África, que rige los vínculos comerciales con Estados Unidos, es un instrumento de presión política para abrir aún más el camino a las transnacionales. El Acuerdo de Cotonou, firmado en el 2000 entre la Unión Europea y 78 estados de África, el Caribe y el Pacífico, reafirma el escenario perjudicial para el continente, con el petróleo y los diamantes como rubros de comercialización, sin que haya una real lucha contra la pobreza, como establece el convenio.

Comercio e inversión con injerencias en los asuntos internos y la soberanía nacional son los ingredientes de la receta occidental, cada vez más rechazado en aras de la formula china de profundizar y diversificar nexos antiguos que ahora rompen esquemas, dándole a África, subrayo, lo que necesita.

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