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Lo normal de lo anormal

15 de julio de 2019

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Hace algún tempo escribimos sobre la Ley estadounidense de Oportunidades y Crecimiento para África, en la que las presiones políticas abren aún más el camino a las transnacionales.
Asimismo, el Acuerdo de Cotonou, firmado entre la Unión Europea y 78 estados de África, el Caribe y el Pacífico, reafirma el escenario perjudicial para el continente, con el petróleo y los diamantes como rubros de comercialización, sin que haya una real lucha contra la pobreza como establece el convenio.
Tan es así que allí son normales que la tasa de mortalidad infantil de menores de cinco años por mil nacidos vivos supere el centenar, y la esperanza de vida no llegue a los 50, 30 menos que en las naciones ricas.
Lo lamentable es que estos temas figuran repetidamente en la agenda de organizaciones internacionales de todo tipo, donde son denunciados la insensibilidad y el egoísmo de los explotadores de siempre.
Estos depredadores no ven con buenos ojos que África, que con sus 53 naciones está integrada al Movimiento de los Países No Alineados, sea promotora de los cambios que deben introducirse en el sistema de la ONU, para que ese organismo represente por igual los intereses de todos y deje de ser un instrumento al servicio de Occidente, especialmente de Estados Unidos.
Una de sus principales demandas consiste en ocupar dos asientos permanentes en el Consejo de Seguridad.
Otra prioridad es alcanzar el desarrollo socioeconómico. Con cooperación, capital y mercado pudiera explotar para sí su abundante variedad de minerales, petróleo y gas, enormes tierras cultivables y recursos hídricos capaces de producir energía barata para el desarrollo.
Pero el llamado continente negro depende de los ingresos externos de sus producciones agrícolas y recursos minerales, y en ese sentido choca con los intereses egoístas de las naciones ricas, que subvencionan ampliamente a sus agricultores y explotan indiscriminadamente el subsuelo africano.
Cierto que en los últimos tiempos algunas naciones “perdonan” la deuda externa de varios países del continente, pero la explotación es tal que en poco tiempo vuelve a constituir un grave problema, que se suma a las sequías y las plagas en un continente donde Europa desprecia a sus inmigrantes e ignora y boicotea, junto a EE..UU., cualquier plan de acción que intente revertir tal situación.
Aún siguen predominando los vientos neoliberales que el Norte hace predominar en África. Ello refuerza la tragedia del subdesarrollo y la pobreza en ese continente, que tiene sus raíces históricas en el neocolonialismo y la esclavización de millones de sus hijos.
No es suficiente la fórmula china de profundizar y diversificar nexos antiguos que ahora rompen esquemas. Esto, que es lo que África necesita, no puede, sin coherencia y voluntad política de los propios gobiernos africanos, romper con los vínculos que rigen con las naciones occidentales.

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