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Lo intocable

25 de marzo de 2019

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El 5 de mayo venidero Panamá celebrará sus elecciones presidenciales, y ninguno de los siete aspirantes, la mayoría de derecha, no tienen nada en sus programas que cuestionen el curso neoliberal de la economía, ni tocar con el pétalo de una rosa la presencia de diez bases militares norteamericanas y la construcción de otras dos navales.
La presión estadounidense hizo que al gobierno de Juan Carlos Varela integrara el Grupo de Lima y respaldara al presidente títere presentado por Trump para sustituir al legítimo venezolano Nicolás Maduro, aunque afirma que no está de acuerdo con la intervención militar de Estados Unidos en el país suramericano. Con Cuba, mantiene excelentes relaciones.
Casi al final de su mandato, Varela visitó la sede de la Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial Sur (Jiatf-S), en Key West, Florida, donde se entrevistó con los almirantes Craig Faller, jefe del Comando Sur, y Pat DeQuattro, director de Jiatf-S, además de con el secretario adjunto de Defensa, Sergio de la Peña.
Ello significa que el próximo mandatario, salga quien salga, tiene ante sí la cruenta tarea de mantenerse en el bloque de naciones derechistas que emplean sus recursos para tratar de aniquilar a un pueblo que vive en paz.
En los comicios de mayo, de los cuales volveremos a escribir, 2,7 millones de panameños escogerán a los líderes de 825 cargos públicos para un período de cinco años. Ese día están en disputa la presidencia y su vice, diputaciones del Parlamento Centroamericano (Parlacen), de la Asamblea Nacional, alcaldías, representantes de corregimiento y concejales.

 

CORRUPCIÓN

 

Los comicios están marcados por la corrupción existente en el país, que mantiene en prisión domiciliaria al ex mandatario Ricardo Martinelli (2009-2014), quien aunque tiene sobre sí varios cargos pendientes de juicio, quiere disputar la alcaldía de la capital por su partido Cambio Democrático.
Varela, entretanto, está acusado de recibir sobornos de la empresa constructora Odebrecht cuando era vicepresidente de Martinelli. El director de esa firma reveló los nombres de los políticos supuestamente implicados en sus negocios a cambio de una reducción de pena.
Aunque admitió que recibió dinero para su campaña a la vicepresidencia en 2009, se defendió con el argumento de que ahora las leyes electorales permiten la financiación privada de campañas.
Sin embargo, existen dudas sobre el seguimiento de un proceso en su contra, ya que fueron cerradas las investigaciones que lo vinculaban al escándalo de los Panamá-Papers y sus estrechos vínculos con el empresario Ramón Fonseca, cerebro de la firma Mossack-Fonseca, utilizada para lavado de activos y recepción secreta de fondos para evadir impuestos.
Según el politólogo argentino Javier Calderón Castillo, la derecha panameña posee varias formaciones políticas. Mencionó, entre ellas, todas de derecha, al Partido Panameñista-PAN, creado en 1991, de orientación nacionalista conservadora, donde milita Varela; el Partido Cambio Democrático-CD, creado en 1998, con una línea liberal-nacionalista; el Partido Liberal Republicano Nacionalista Molinera, creado en 1982, de orientación liberal-nacionalista; el Partido Popular PP, de la Democracia Cristiana, fundado en 1956; y el Partido Alianza, de 2018, como una escisión del CD.
También añade el Partido Revolucionario Democrático-PRD, fundado por Omar Torrijos en 1979, que es el de mayor adhesión de militantes (más de 500 000) y el favorito, aunque con escaso margen, con orientación socialdemócrata, aunque muchas de sus posiciones políticas están alineadas con las ideas neoliberales.
Por ello, se me antoja señalar que los tres candidatos independientes pueden dar más sabor a la insípida elección, aunque el grupo más progresista apenas tiene un 2% de aceptación.
Todas estas agrupaciones hablan de una manera u otra de la lucha contra la corrupción y por la justicia, pero nadie toca, subrayo, el poder económico neoliberal y mucho menos la presencia militar impuesta por Estados Unidos.

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