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Lecturas de una victoria y una derrota

9 de noviembre de 2020

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De las elecciones en Estados Unidos el mundo ha estado atento, no solo al resultado de los votos electorales, sino también a la reacción del perdedor si se trata, como lo fue, de Donald Trump.
Son muchas las lecturas que se pueden dar a este ejercicio en un sistema electoral que para nada tiene que ver con esa palabra tan pisoteada que responde al nombre de democracia.
Habría que cuestionar, en primer lugar, el concepto de «voto electoral», preguntarse el porqué cada estado tiene asignado un número de ellos, y también, en cuanto a la razón que determina que quien obtenga 270 ya gana las elecciones y se proclama presidente.
¿Cómo entender que si un aspirante tiene 75 millones de votos y su contrincante cuatro millones menos, este último puede ganar y el más votado individualmente perder? De todas formas, esta vez coincidieron el más votado por el pueblo con el que mayor cantidad de votos electorales obtuvo.
Serían tantas las interrogantes que no alcanzaría ni el espacio ni el tiempo para abordar cada una de las aristas del sistema electoral estadounidense.
Pero hay más. En el caso que nos ocupa, mientras el ganador Joe Biden siempre apostó por no proclamarse hasta que fuese contada la última boleta, Trump, quien desde mucho antes había insinuado que habría fraude, se acogió a lo que siempre ha sido, un egocéntrico, que no admite ni siquiera una encuesta que no sea la que lo da como favorito aunque sepa que la realidad es otra, y adversa para él.
Una vez llegado al final y proclamado Joe Biden como presidente electo, el perdedor Donald Trump, incentivó su plan de declarar fraude de no resultar vencedor, y optar por emprender un proceso, complejo y que puede resultar muy largo, de presentar demandas contra los resultados en muchos de los estados ganados por el demócrata.
Para el litigio que se iniciará este lunes, el todavía mandatario republicano tendrá que disponer de 60 millones de dólares para pagar por cada cuestionamiento y a cada abogado que se encargue del pleito.
Hay otras lecturas en estas elecciones. Por ejemplo, el estado de la Florida, donde ambos contendientes centraron la parte final de sus campañas, el vencedor fue el republicano.
Allí, vergonzosamente, una cantidad de llamados «cubano-americanos» votó por Trump. O lo que es igual, votaron por el presidente que castiga a todas las familias cubanas y refuerza el bloqueo contra la Isla. Dieron su boleta a un Trump que, entre sus últimas medidas, está la de prohibir que quizás los padres, hijos, hermanos y hermanas que están en la Isla bloqueada, no puedan recibir remesas, ni acudir al encuentro de sus familiares.
Es hasta triste creer que esos anticubanos hayan apostado por un Donald Trump empeñado en destruir la familia cubana, asfixiarla, cortarle los vínculos entre los que están acá o allá.
Otra ojeada en este caso puede ser la de que Biden, ahora presidente, no tiene compromiso alguno con esa comunidad miamense que tantas palmas batió a favor de Trump.
Por último me quiero referir a un dato, sorprendente pero real: los 70 millones de votos que ha recibido Trump.
Es, entre otras cosas, el presidente que lleva en sus hombros la muerte de más de 239 000 estadounidenses víctimas de la pandemia de la Covid-19, esa que el republicano ignoró, y sobre la cual mintió cientos de veces, declarándola «vencida», catalogándola como el «virus chino», irrespetando las medidas de higiene requeridas como el uso de mascarilla, el distanciamiento social, y otras y haciendo de la pandemia y de la posible vacuna para contenerla, un asunto de politiquería electoral de primer orden.
Pero esos 70 millones de votos pertenecen a personas, intereses, a algunos que pueden ser huérfanos de pensamiento, pero también a muchos que el dinero o lo ambición de tenerlo, lo identifican con un Donald Trump para quien solo el dinero vale, lo demás es mentira.
Son estas, solo unas pocas lecturas sobre una victoria y una derrota en las actuales elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Pobre y huérfana democracia…

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