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Latinoamérica: luces y sombras

14 de agosto de 2013

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América Latina celebró el día internacional de la juventud con el reto de invertir en ese segmento poblacional y asegurar así el futuro de una región que exhibe logros socio-económicos, pero que sigue siendo la más desigual del planeta a la hora de redistribuir la riqueza
Ahmad Alhendawi, enviado especial de Juventud del secretario general la ONU, Ban Ki-Moon, afirma que el continente tiene “una oportunidad de oro de invertir en la juventud”, sobre todo ahora en que los latinoamericanos son más longevos gracias a políticas de inclusión.
Alhendawi inauguró un foro organizado por la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ), el Fondo de Población de la ONU (FPNU) y el Gobierno de Uruguay, como preámbulo de la I Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, que se desarrolló en Montevideo.
Según el funcionario, una encuesta de Naciones Unidos titulada “El futuro es ahora”, consigna que “dos tercios de los jóvenes ven el futuro con optimismo”.
Sin embargo, el enviado del Secretario General de la ONU advirtió de los retos y peligros que pueden lastrar el futuro de los jóvenes, que en otras latitudes enfrentan altas tasas de desempleo y deficiente formación para encarar el mercado laboral.
En la propia ocasión, el presidente del Consejo Directivo de la OIJ, Bruno Vanhoni, recordó que “desde 2010, cuando la ONU declaró el Año Internacional de la Juventud, el tema ha ganado mucha relevancia en los ámbitos internacionales con las movilizaciones en España, Ocupa Wall Street (en Estados Unidos), en Egipto, Oriente Medio, y ahora por último en Brasil”.
“En Brasil no estaban pidiendo empleo, no era una crisis económica”, lo que pasa es que “los canales que tenemos para hablar no son suficientes”, indicó.
Vanhoni puso el dedo en la llaga de un asunto de afecta no solo al gigante sudamericano, a pesar de desarrollar planes de beneficio popular que también incluyen a los jóvenes brasileños.
A nivel regional los latinoamericanos viven más años por las mejores condiciones y la mortalidad infantil es la más baja de los últimos 20 años, según un balance de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) con apoyo del Fondo de Población de la ONU.
El informe considera que América Latina brilló especialmente al situar la edad promedio de muerte de sus ciudadanos en 75 años, siete años más que la del total de las regiones menos desarrolladas y solo 1,8 menos que el promedio de Europa.
Resulta un avance incuestionable, sobre todo porque en 1950 la media de los latinoamericanos vivían 23 años menos.
Otra buena noticia: desde mediados del siglo XX la tasa de mortalidad infantil regional cayó más del 86 %, de 138 a 19 defunciones anuales por cada mil nacidos vivos, y en todos los países se ha observado una reducción del riesgo de muerte antes del primer año de vida.
Pero, paradoja, “la mortalidad materna permanece inaceptablemente alta” y Ecuador, Guatemala, Guyana, Honduras, Perú y Bolivia registran “una situación inquietante” con más de 200 muertes de féminas por cada cien mil nacidos vivos.
Latinoamérica registra una reducción de su fecundidad, otro dato para tomar en cuenta a la hora de preservar a la juventud y desarrollarla.
A mediados del siglo XX tenía una tasa de seis hijos por mujer, uno más que el promedio mundial, pero que en los noventa se ubicó en 2,9, por debajo de la media del planeta. En las últimas dos décadas se situó en 2,17.
La desaceleración paulatina del crecimiento poblacional en el continente resulta preocupante cuando la zona presenta índices pujantes de expansión económica, a contrapelo de la vieja Europa.
Pero en 2009 el 45 por ciento de los menores de 18 años eran pobres en Latinoamérica. El estudio subraya, también,  “el limitado acceso de los niños y jóvenes pobres a la educación de calidad”.
Son datos contradictorios que indican progresos y deficiencias, marcadas por la brecha que sigue separando a ricos y pobres.
Es parte de la batalla,  que tiene lugar en países como Ecuador, Venezuela y Bolivia, donde  los esfuerzos de cambio enfrentan la reacción de las oligarquías que temen perder sus privilegios y prebendas.

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