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Las grandes decisiones

19 de febrero de 2021

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Entre tantos males que tiene que afrontar la humanidad, no sólo en el enfrentamiento a la COVID-19, llega la buena noticia de que Beijing y otras ciudades chinas obtienen resultados favorables en la política de descontaminación medioambiental.

Así como el gobierno chino logro contener la pandemia, también ha eliminado obstáculos y obtenido logros gracias a las restricciones a las industrias contaminantes, todo un ejemplo si se tiene en cuenta que esa nación es una de las dos mayores envenenadoras del medio ambiente.

Sin obligación legal de hacerlo, China está cumpliendo con las indicaciones del evento mundial climático que tuvo lugar en París, en una actitud muy distinta a la de Estados Unidos, cuyo anterior gobierno de Donald Trump se negó a considerarlas, mostró su desprecio y mantuvo una política en contra de las necesarias restricciones para evitar el envenenamiento del planeta.

Su sucesor, Joe Biden, ya anunció que Estados Unidos está dispuesto a regresar al acuerdo de París y evaluar los convenios para limpiar el medioambiente, un hecho que deberá contar con el apoyo legislativo, porque tanto congresistas demócratas como republicanos no han reconocido el problema climático en el mundo, y obedecen a intereses ligados a las industrias contaminantes.

Los congresistas ya habían declarado que no cumplirían con las metas acordadas en París, y en su momento resultó en una derrota para la intención del entonces presidente, Barack Obama.

Aún hay que vencer obstáculos, porque creen que las regulaciones y restricciones aumentan el costo de las industrias tóxicas, como la del carbón, y que imponerlas bajaría su tasa de ganancias.

 

SIN DESCUIDO

La lucha contra el cambio climático, por una mayor limpieza del ambiente y de lograr la salud en este sentido, no se debe descuidar ni un momento, y más cuando los científicos advierten que la deforestación, la agricultura industrial, el comercio ilegal de vida silvestre y la degradación ambiental aumentan el riesgo de futuras pandemias, elevando la probabilidad de graves violaciones de los derechos humanos.

Como ha estado pasando desde hace tiempo, los científicos auguran un mayor calentamiento del clima, que, además del aún más molesto calor, producirá una extensa sequía en diversos lugares del planeta, con la proliferación de incendios y de olas de más de tres metros de altura que pondrán en peligro las tierras bajas.

De ahí que sea tarea del hombre honesto ligar la lucha por la defensa de los derechos sociales y la necesaria reconversión ecológica de la industria, de las fuentes energéticas, de los sistemas de transporte y de la agricultura.

El sistema capitalista ha centralizado la toma de decisiones en un puñado de países que intentan imponer su voluntad a toda la humanidad. El poder del mercado mundial limita a los pueblos a la hora de decidir su futuro político y económico. Es imposible cambiar de rumbo sin romper con sus imposiciones, así como con las instituciones de la “gobernanza” mundial (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc.).

El futuro pasa por una transferencia de tecnologías limpias a los países empobrecidos y por la lucha por la soberanía alimentaria, energética y política de los pueblos. El control de las fuentes de energía fósil y nuclear ha estado ligado históricamente a la lucha por la hegemonía militar, política y económica.

El desarrollo de energías alternativas (en su mayoría directa o indirectamente relacionadas con la energía solar), la creación de economías más centradas regionalmente que demanden menos movilidad y consumo energético, y el acceso de los campesinos a la tierra en ruptura con el latifundismo y las multinacionales agroalimentarias permiten un mayor grado de descentralización y de autogestión por los pueblos.

Y es que las grandes decisiones económicas deben recaer en los principales interesados: los pueblos.

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