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Las dos caras de la República Checa

13 de mayo de 2019

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La tranquilidad en la República Checa ha sido parcialmente rota en estos días por manifestaciones en la capital, Praga, contra el presidente, Milos Zeman, y el primer ministro, Andrej Babits, a quienes acusan de ser prorrusos, corrupción y de manejar la justicia a su favor.

La prensa en el occidente europeo ha atacado al gobierno checo, al señalarlo como parte de la ola populista que invade el continente y mantener en ascuas a muchos regímenes que se dicen democráticos, pero nada más lejos de la verdad.

Lo cierto es que ambos personajes han arreglado entuertos de gobiernos anteriores de franco matiz reaccionario, que han ahondado las desigualdades en una nación que goza de números que revelan buen avance económico, pero con deficiencias en la distribución de la riqueza.

Zeman ha tenido que sortear las facultades limitadas que tiene el Ejecutivo, y Babits a un Parlamento extremadamente fraccionado, en el que sus principales enemigos pueden calificarse de ultraderechistas.

Sin abordar la política exterior, que no se aleja del curso que Estados Unidos ha dictado a sus socios de la Unión Europea, la interior revela una nación desigual, con una política antiinmigrante, pero que tiene grandes ventajas en relación al resto del llamad Viejo Continente

Casi todo el mundo clasifica a Babits como un populista, pero es difícil encontrar a alguien que pueda definir lo que eso significa. Él se presenta a sí mismo como un hombre de pueblo sin pelos en la lengua, que se sitúa por encima de la pequeña política partidista, y utiliza una retórica antiinmigrante y rechaza, subrayo, las cuotas de la Unión Europea al respecto, porque, alega, no establece la diferencia entre la legal y la ilegal.

Sin embargo, asimilarlo a los gobiernos de Polonia y Hungría, o a la extrema derecha en Alemania y Austria, estira la definición de populismo más allá de su significado. De hecho, a la hora de buscar pruebas de su populismo, el corresponsal de la BBC, de Londres, recurrió a señalar que “reparte donuts en las estaciones del metro”.

 

Tecnócrata

Babits no es un ideólogo: es, ante todo, un tecnócrata. Llenó su programa electoral de promesas de lucha contra la corrupción y de reducir el peso del gobierno, hacerlo más eficiente y más transparente. Quiere introducir la administración electrónica, cita a Qatar como modelo, y desea aumentar el número de profesionales y empresarios que participan en la administración pública, incrementar sus salarios para competir con el sector privado. Las palabras “transparente” y “comprensible” se repiten continuamente en esta plataforma, y su campaña le presenta como hombre de acción, a diferencia de otros políticos que solo son “bla-bla-bla”, dice.

Su metáfora favorita, por supuesto, viene del sector privado, y el preámbulo del programa lo deja claro:

“Hoy ya tenemos experiencia, y si nos dan la oportunidad, demostraremos que el gobierno puede ser muy diferente de lo que los políticos tradicionales han hecho hasta ahora. Queremos demostrar que podemos ser empleados activos, económicos y leales de esta gran empresa familiar, que se llama la República Checa y a la usted pertenece”, expresa en su programa.

En esta “fantasía”, la gente es el empleador, y Babits es su leal servidor, pero su tono patricio revela su verdadera visión: se ve a sí mismo como el benévolo jefe de una empresa familiar.

Fundador del partido, ANO -Acción de los Ciudadanos Insatisfechos y que significa “si”, en checo- también, está lleno de tecnócratas. El hombre que lo reemplazó como ministro de Finanzas fue antes el director de Microsoft en la República Checa, y muchos de sus ministros probablemente vengan de las filas de sus antiguos empleados y asesores.

Pero estas son diferencias de matiz. De hecho, la Unión Europea ha ayudado a que Babits se haga muy rico, y miembros de ANO ya se sientan en el Parlamento Europeo como parte de la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa. Uno de ellos incluso es el actual comisario para la justicia, los consumidores, y la igualdad de género. El hecho de que algunos medios de prensa lo hayan comentado refleja hasta qué punto se distorsiona la política europea vista desde el prisma de centrismo versos populismo.

 

Crisis

Esta crisis tiene raíces profundas. La República Checa se presenta como una historia de éxito económico, y muchos análisis de la prensa occidental expresan su sorpresa sobre la victoria de Babits con una especie de desconcierto sobre porqué los checos han optado por un cambio en tales circunstancias.

A Babits le gusta recordar a la clase política que fue ella quién le creó, lo que quiere decir es que si no hubiera participado en politiquerías y negocios corruptos, él nunca se habría metido en política.

Pero esta afirmación es verdad también en otro sentido: Babits es en gran medida el producto de un sistema político en crisis profunda. Este hecho constituye gran parte de su fuerza, por lo cual todos los cargos de corrupción formuladas contra él parecen hipócritas.

Es cierto que la economía checa ha crecido, la corona checa es fuerte, y la gente en Praga habla de escasez de trabajadores en lugar de escasez de puestos de trabajo. Pero esto oculta una gran variación regional, bajos salarios y una desigualdad profunda.

El periodista Sasa Uhlová ha publicado varias investigaciones impresionantes sobre la realidad de la industria checa, denunciando las largas horas y bajos salarios que sufren muchos trabajadores en la industria y el sector agroalimentario. Un número considerable de personas no pueden encontrar trabajo y subsisten en una pobreza real. Los políticos los llaman inadaptados o indeseables y diseñan políticas para deshacerse de ellos. Gran parte de esa pobreza recae en las comunidades gitanas, que todavía sufren tanto al racismo informal como institucional.

En este contexto, Babits no es el síntoma más morboso, ni el principal culpable. Ese “honor” le corresponde al anterior gobierno socialdemócrata, que encabezó Okamura, quien predicó, entre otras cuestiones injustas, una política de odio hacia los inmigrantes.

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