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La vida sigue igual

5 de enero de 2015

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No recuerdo si en todos estos años algún personaje de la vida política y financiera española haya sido enjuiciado y castigado por corrupción, y si algo se hacía para guardar la forma ante sonados escándalos, al poco tiempo era como si nada hubiese pasado.
Hoy, por supuesto, la corruptela prosigue pero con nuevos matices, en una situación en la que desde octubre hasta ahora ha envuelto a unas 3 000 personas, las dos terceras partes miembros del gubernamental Partido Popular, entre ellos el presidente Mariano Rajoy, y algunos integrantes de la familia real, todos los cuales pasan silenciosos y rehúsan mirar fijamente, cuando son enfocados por las cámaras de la televisión.
De los implicados en caso de fraude que devenían sonados escándalos, aprovechados, según el caso, por los diferentes partidos políticos, nadie, subrayo, guarda prisión al respecto, y ahora no se espera condena alguna, si llegara a las cortes.
Es decir, que se roba, se roba y se roba, y nada pasa, la vida sigue igual.
El especialista económico Joseph M. Colomer escribía en El País que “hacer favores privados con recursos públicos es la esencia de la corrupción”, a lo que añadiríamos que es un factor que obstaculiza sobremanera el atajarla, porque a veces es consentida, o se pasa por alto, cuando hay cierto bienestar.
De ahí que se pudiera aguantar 13 años a Felipe González “Felipón”, a quien muchos de los integrantes de su Partido Socialista Obrero Español infligieran un voto de castigo y ayudaran a uno “más peor”, Aznar, a llegar a la Presidencia.
La corrupción, por supuesto, aumentó, pero nada se hacía porque existía un consenso entre las diversas fuerzas políticas de centro, derecha y ultraderecha, hasta que ahora, 20 años después, los principales partidos apenas pueden basarse en propuestas alternativas en una nación gobernada desde entes foráneos que la endeudan para “pagar una deuda” cada vez mayor e inacabable.
En la búsqueda de temas en que competir por votos y cargos, los partidos han roto el convenio de mutua protección y sacan los trapos sucios de la corrupción, que por algo hay que salir ganando.
Así, los escándalos sustituyen a las propuestas políticas en un panorama que movería a risa, si no hubiera tanto descaro, como muestra el periodista español Ramón Cotarelo en El Mercurio digital:
Todos cantando la palinodia. ¡Cuánta amarga reflexión! Cuánto “no eran dignos”, “esas cosas”, “pedimos perdón”, “disculpas”, “no se repetirán”, “quién iba a decirlo”, “estamos abochornados”. Pero ni uno dimite. … Y no se trata de un hecho repentino, inesperado, sorprendente. Es la última manifestación, por ahora, de un proceso de podredumbre que arranca de muy atrás, tan atrás que muchos de los delitos ya han prescrito.
Y esto ocurre en España, el segundo país más desigual de la Unión Europea, donde las 20 personas más ricas alcanzaron en marzo del 2013 una riqueza de 115 400 millones de dólares, cantidad similar a los ingresos del 30% (14 millones) más pobre de la población.
Escándalo, corrupción e impunidad van de la mano con la reducción de los presupuestos españoles en salud o educación y la virtual desaparición de las ayudas sociales.
Y es que no se puede esperar otra cosa de un gobierno en el que no hay voluntad política para combatir la desigualdad y favorecer a las personas más afectadas por la crisis económica.

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