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La Unión Europea y su encrucijada ucraniana

11 de febrero de 2015

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Por si no fuera suficiente con la nueva situación creada por el recién instalado gobierno griego, el caos sangriento en los países del Medio Oriente y en particular la guerra de agresión contra Siria, la Unión Europea se enfrenta a una difícil y complicada disyuntiva en cuanto al llamado “problema ucraniano”,  surgido como consecuencia del golpe de estado contra el presidente constitucional Víctor Yanukovich a fines del pasado año,  constituyendo un arriesgado paso en el cerco contra Rusia.

Como quedó evidenciado, y así lo dieron a conocer al mundo aun los medios de prensa occidentales, fue el gobierno de Estados Unidos al máximo instigador y organizador del golpe llevado a cabo por las bandas fascistas y pro nazis agazapadas en las estructuras políticas ucranianas, pero tampoco puede olvidarse el funesto papel entonces jugado por la Unión Europea, sobre todo por algunos de sus miembros como Polonia y los países bálticos.

Hoy, desatada la guerra con todas sus dramáticas consecuencias y ante los siniestros presagios de que sigue extendiéndose y se convierte en un peligroso conflicto de gran magnitud e intensidad, Alemania y Francia, – sin duda los países líderes de la Europa occidental,- no disimulan su preocupación y acuden urgentes a propiciar una negociación que incluya a Rusia y Estados Unidos, y por supuesto al régimen ucraniano de Poroshenko, – bajo presión de las bandas fascistas y pro nazis,- y a las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk  y Lugansk, integrantes ambas del territorio conocido como Novorussia, en la extensa cuenca del Donbass.

Diferentes analistas calculan que los acontecimientos sucedidos en las últimas semanas precipitaron la alarma franco-alemana, al punto de que ambos gobiernos se decidieron a actuar conjuntamente y hacer sentir su peso en el seno de la UE para superar la grave situación.

Uno de ellos fue, sin dudas, la decisión del Congreso de Estados Unidos,- ratificada por el presidente Obama,- de iniciar el envío de armamento al régimen ucraniano, comenzando por uno de 350 millones de dólares. Se dice que esta ayuda tiene su origen en recientes golpes militares que las autodefensas de Donetsk y Lugansk han propinado al “ejército ucraniano” poniéndolo en indecisa defensiva.

Otros hechos que parecen haber contribuido a la alarma franco-alemana fueron los brutales bombardeos contra hospitales y zonas residenciales por parte de la llamada “Guardia Nacional” ucraniana (en realidad bandas armadas fascistas), causando cientos de muertos y heridos entre la población civil indefensa y violando todos los preceptos humanitarios que siguen las leyes de la guerra.

La sorpresiva actitud de los gobiernos de Francia y Alemania los ha colocado objetivamente en posiciones encontradas con Estados Unidos, que sigue alentando la guerra a miles de kilómetros de distancia, empujando irresponsablemente un peligroso conflicto generalizado, del cual Europa no escaparía.

Evitar esa posibilidad buscan ahora alarmados Merkel y Hollande para, con el apoyo de Rusia, convencer al gobierno de Estados Unidos de que no hay otra alternativa a estas alturas que negociar una paz justa para todas las partes, pues la mecha ucraniana encendida por Washington puede llegar a hacer explosión con secuelas imprevisibles, sobre todo para el Viejo Continente.

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